Si alguna ventaja tiene trabajar para una misma - de las pocas ventajas que pueda tener ser autónoma- es no tener que dar explicaciones a nadie. Bueno, puede que a los clientes, por abrir más tarde de la cuenta o tener a los niños rondando por la tienda, pero no a un jefe con el poder de mandarte al paro cuando se le antoje. Es lo que más mola, lo reconozco. Hacer y deshacer a tu antojo.
Al tener un comercio mi horario es bastante fastidioso, jornada partida, trabajo mañana y tarde. Estoy en casa para dar el desayuno y llevar a los peques al cole, puedo recogerlos y comer con ellos y llego para cenar juntos. Eso sí, me pierdo los momentos de parque y cualquier actividad que les surja por la tarde. La mayor ventaja es que mi tienda esté en la plaza donde vivimos, y que se puedan bajar a jugar y yo, al menos, verlos pasar.
Casi que me doy por satisfecha con esta conciliación, vivo sin prisas, los tengo relativamente cerca y si me llaman de la guardería, del colegio, o hay que ir al médico, me falta tiempo para echar la reja e irme corriendo.
Esta semana ha sido complicada. A mi señormarido le ha salido un trabajo temporal -lo que vienen siendo dos semanas, temporal tirando a efímero, pero menos da una piedra-, con horario de con suerte venir a dormir a casa. Con lo que mi ocuparme al 100% de los niños desde que se despiertan por la mañana hasta que se acuestan por la noche. Una semana de reuniones escolares, de matrículas escolares, de fiesta rociera y días sin clase.
El lunes sobreviví a levantarlos, darles el desayuno y llevarlos al cole (la peque a casa de la abuela porque ya no va a la guarde), recogerlos, preparar la comida, comer en tiempo récord y volver al cole a una reunión, con los dos, claro, porque no podía dejarlos con nadie. Luego tocaba además hacer las fotos para las matrículas del cole, y lo que era ir un momento a la casa de fotos se convirtió en una larga tarde de larga cola, larga espera, niños desesperados de aburrimiento y cuando por fin, hora y media después, nos toca el turno, ni una cara decente a la hora de disparar la foto: Iván se dedica a poner muecas y Antía a subirse el vestido y taparse la cara con él. Yo no se si arañarme la cara, arrancarme los pelos, salir corriendo, echarme a correr, cortarme las venas o dejármelas largas. Si yo estaba agobiada, los niños lo estaban elevado a la enémima potencia.
El martes se complica la historia. Antía tiene logopeda a las 8:30 de la mañana, la suele llevar papá y yo llevo a Iván al cole, pero esta vez estoy sola. A las 8:15 salgo de casa con los dos, el centro de atención donde va está relativamente cerca pero el paseo no nos lo quita nadie, vamos a buen paso, dejo a la niña , con las mis, mas vuelta atrás para llevar a Iván al cole, vuelta al centro de atención a recoger a la niña, a casa a por el coche para dejarla en casa de la abuela y corriendo a abrir la tienda. Abro a tiempo.Y a todo esto, yo sin desayunar. La tarde ya no me acuerdo ni de cómo pasó, ni me acuerdo de lo que hice de comer... seguramente macarrones con atún, para no sufrir.
El miércoles viene la traca. Antía tiene logopeda y además toca echar las matrículas, ya que al ser El Rocío desde el jueves no hay clase y el plazo acaba antes. Dejo a Iván en el cole y, esta vez en coche, llevo a la niña a la logopedia. Gracias a que voy en coche, a pesar de estar cerca, puedo moverme con rapidez, irme al banco a hacer cola y pagar la matrícula del cole de la niña, volver a recogerla y llevarla corriendo a casa de mi madre. De camino me encuentro a la Hermandad de Emigrantes y todo el paso cortado para llegar a casa de mi madre, tengo que ingeniármelas para dar un rodeo y llegar. Y corriendo de nuevo ir al cole de Iván a dejar su matrícula y al de Antía -irán a coles diferentes-, que está más lejos, a dejar la suya. Cuando pude abrir la tienda eran las 11:30 de la mañana. Vamos bien. Bien jodida. Como por la tarde mi madre me iba a hacer el favor de sustituirme en la tienda me propone que la niña coma con ellos, así que cuando recojo a Iván del cole ni me planteo cocinar, un montadito en el bar de la plazoleta y por 3? subimos los dos comidos. Por la tarde toca un compromiso con Iván que nos tiene toda la tarde ocupados.
El jueves no hay cole y es el día de la salida de la Hermandad de Huelva, y con los niños en casa ni me lo planteo: no abro la tienda, será mañana de escasa afluencia y me los llevo a ver las carretas. Llegamos a las 3 de la tarde a casa cansadísimos y hago corriendo unos tortellini con nata y bacon, no doy para más. Por la tarde está papá en casa, así que puedo relajarme un poco en la tienda. O no, porque por suerte todos los días recibo a una o dos mamás (o futuras mamás) o parejas de papás (o futuros papás) por lo que no suelo tener tiempo de asueto.
El viernes es el top ten de la conciliación. Papá trabajando, los abuelos con cita en Hacienda, no puedo permitirme no abrir otra mañana, solución: me llevo los niños a la tienda.
Y ahora que levante la mano quien diga que se puede trabajar con los niños, y si lo consigue, que me cuente cómo hace.
Los primeros minutos genial, los dos pintando, leyendo, haciendo tareas, muy bien. Luego ya empiezan los aburrimientos y las salidas a la plaza. Yo detrás, claro, porque desde dentro no los veo bien y yo no vivo tranquila si no los tengo bajo mi ojo. Con suerte hay otros niños y están jugando entretenidos, pero yo tengo que estar fuera vigilando. Y vienen papás/mamás a ver portabebés. Y yo sufriendo porque no se si mi hija está haciendo el cabra con la moto o subiéndose a la baranda de las escaleras, o si mi hijo la estará estrujando como suele hacer. O entrar y se ponen a tirarme de la pierna mientras yo intento enseñar cómo se anuda un fular elástico.
Cuando llega la hora de cerrar, después de haber pasado una mañana al límite de nervios y tensión, tengo claro que lejos de cocinar, me los llevo al Burger King a que desfoguen mientras comen. Y a las 4 de la tarde, por fin, estamos de vuelta comidos, reventados, y tardamos cerocoma en quedarnos dormidos.
Y así he conciliado esta semana. Me entra la risa floja solo de pensarlo. Lo más divertido...que me queda otra semana.
Al menos me queda el consuelo que de poder ocuparme de mis hijos, aunque me suponga medio abandonar mi puesto de trabajo. Ventajas de ser autónoma.