Hace veinte días que Ojazos llegó a nuestras vidas, haciéndose rápidamente un hueco en el corazón de nuestra familia.
Lo llamo así porque tiene unos ojos grises tan profundos que te atraviesan el alma.
Como suele pasar con las madres primerizas, que tendemos a fantasear mucho con nuestra futura maternidad, ahora sé que tenía idealizada la figura de la familia canguro. No estaba tan preparada como creía.
Dicen que el primer acogimiento es el que deja más huella, pero estoy segura de que también es el más duro.
Hace unas semanas te expliqué que somos familia canguro y lo que eso significa, permíteme que hoy te cuente la experiencia real que estamos viviendo, el periodo de adaptación y de cómo este cambio nos ha llevado a madurar a pasos
agigantados.
Te presento a Ojazos
Ojazos es un pequeño de dos añitos que trae con él una historia de desamparo a nivel físico y emocional que le ha dejado el alma herida. Basta verlo para contactar con la tristeza que arrastra consigo.
Le falta vitalidad, alegría, entusiasmo por explorar el mundo, y ante cualquier pequeña situación que se refiera a él, se mete para adentro, incluso haciendo un gesto con las manos, tapándose la cara y encogiéndose.
Desprende tanta ternura, y deja tan claro que no se siente merecedor de ser amado, que no deja indiferente a nadie. Te conmueve en lo más profundo.
Le amé desde el minuto 0, igual que cuando tuve a Sunflower en mis brazos después de haberla parido. Es una sensación tan trascendente, que no puedes confundirla. Fue lo mismo.
Por eso ahora sé, con mucha más determinación si cabe, que estamos todos conectados a un nivel invisible, y que alguien ajeno a ti, puede ser alguien muy cercano a ti.
La preparación
Los días antes de que Ojazos llegara a casa, Sunflower y yo le preparamos un kit de bienvenida con algunos juguetes hechos a mano de inspiración Waldorf.
Le hicimos una pelota de lana, como la que te enseñé a hacer en este tutorial (aunque cada vez nos salen mejor), una muñeca de nudos con las telas que me envió Emma de Lora Lora, y conseguimos un coche de madera en la tiendecita de la escuela de Sunflower.
Lo envolvimos todo con papel de seda y lo dejamos preparado para el encuentro.
Fueron varios días de nervios y de incertidumbre, pues nosotros éramos la familia seleccionada para acogerle, pero aún no se sabía cuándo se haría efectivo.
Como no nos habían dado mucha información, no sabíamos apenas nada de él, ni que talla de ropa llevaba, ni si dormía en cuna o en cama, o si tomaba biberón. Así que me preparé para todo, a la espera de ir descubriéndolo.
Gracias a Aina, una mamá de la escoleta de Sunflower, pude ya tener algo de ropa en su armario también, pues eso sí que me lo habían advertido, el niño vendría con lo puesto.
El encuentro
Tras todo el proceso burocrático, largo y tedioso, llegó el gran día.
Chicosolitario y yo fuimos a recogerlo. Con el corazón en un puño, ambos cogidos de la mano, conmovidos e inquietos, atravesamos el umbral de la puerta.
Le encontramos jugando en una sala en el servicio de Menores. Parecía tranquilo pero también triste. Le dimos nuestros regalos y le gustaron, pero se aferraba a la técnico de Canguros, con la que había estado toda la mañana, como si se le fuera la vida en ello. Podíamos sentir su miedo, su confusión.
Tuve que reprimir las lágrimas.
Cuando llegó el momento de irnos a casa y la técnico le explicaba que ahora vendría a vivir con nosotros, que le íbamos a cuidar hasta que su mamá estuviera bien, se desató la tormenta.
Lloró y lloró, llamando todo el rato a su madre. Se me partía el corazón.
Tardamos una hora en poder tranquilizarlo. Chicosolitario empezó a jugar con él con una moto, y yo le hacía rimas y juegos de dedos, de esos que he aprendido de Tamara Chubarovsky, ¡son tan útiles!
Mientras preparábamos todo el papeleo, el guarda de seguridad vino a abrirnos la puerta para que pudiéramos acercar el coche y marcharnos. En la espera, dijo algo que me atravesó: "De todos los años que llevo aquí, mira que he visto niños, pero como este ninguno, este te llega hondo, es como un angelito".
Al llegar a casa, Sunflower, que estaba con los abuelitos, lo miró con ojos emocionados. Como si llorara y riera al mismo tiempo. Lo tocó, lo acarició, lo abrazó diciéndole palabras bonitas. Qué momento más maravilloso.
Los tres primeros días
Los tres primeros días fueron extraños. Ojazos se la pasó durmiendo casi todo el tiempo y sin apenas hablar. Al segundo día durmió más de veinte horas seguidas.
Después del episodio en Menores, Chicosolitario y yo anticipábamos que las noches iban a ser muy duras, pues se las pasaría llorando y pidiendo por su madre. No fue así en absoluto.
Ojazos está tan acostumbrado a la soledad que hasta se duerme solo, y rechaza el contacto de cualquier otro. Coge su biberón (que he tenido que aprender a preparar, pues nunca antes lo había hecho) y su pequeño y maltrecho muñeco (que traía en una mochila y he lavado y relavado de lo sucio que estaba) y se acurruca como un ovillo con él.
Parece que haga un ritual; la forma de tomar el biberón, los movimientos que hace tocando la orejita del muñeco, y el balanceo, como meciéndose a sí mismo, hasta que se duerme.
Creo que hay pocas cosas que me hayan afectado tanto en la vida como verle así.
En Menores nos dijeron que Ojazos es un superviviente, que ha estado muy abandonado, y que ha sobrevivido por él mismo. Al ver su manera de dormir, me di cuenta de que no exageraban.
Sunflower por otra parte, estaba contenta de tenerle en casa, y como él no le pedía nada, ni siquiera tenía interés por sus cosas, todo era fluido.
La fase luna de miel
Por eso digo que atravesábamos una fase de luna de miel.
Chicosolitario y yo nos sorprendíamos de lo fácil que estaba resultando todo. Nos parecía increíble, y estábamos más que contentos.
Al cuarto día, Ojazos empezó a sonreír y a hablar, repitiendo muchas palabras e incluso canciones.
También se movía más y tenía más ganas de jugar.
Comenzó a comer con hambre, mucho más de lo que come Sunflower habitualmente, y a pedir cosas. Antes teníamos que adivinar qué quería o qué le gustaba.
Se estaba relajando y tranquilizando, y ya no deambulaba por la casa como extrañado, sin saber dónde estar o qué hacer.
Con Sunflower empezó a establecer una relación de juego muy bonita. Juegos de movimiento, de correr y saltar, de hacer construcciones, de jugar en el agua, en la casita de muñecas, en la cocinita,?
En casa comentábamos que nunca habíamos visto a Sunflower así, sin pedirnos que jugáramos con ella ni un solo momento.
Llega la crisis
Pero no sé por qué lo bonito suele durar poco. La crisis y los primeros conflictos se desencadenaron unos días más tarde.
A medida que Ojazos se iba relajando y tomando más posesión de su lugar en casa, Sunflower se sentía más amenazada y apartada.
Y nos lo ha hecho saber.
En realidad yo he cometido algunos fallos imperdonables, y ahora que he sido consciente de ello, intento repararlos.
Para empezar, sin darme cuenta, le cedí a Ojazos la silla de Sunflower, dándole a ella otro asiento y otro lugar en la mesa familiar y en el coche, diciéndole que ya era más mayor.
Error de primeriza.
Sin querer la estaba desplazando, obligándola a perder su sitio, que quizás ella no estaba preparada para abandonar (hablo en sentido literal y figurado, espero que me entiendas).
Por otra parte, empecé a reñirla. Su intención es hacer caso a Ojazos, pero muchas veces lo agobia, lo atosiga, y yo me meto a mediar, casi siempre a favor del pequeño. Me parece tan desprotegido, que me sale como automático.
Otro error.
Fue Chicosolitario el que me lo hizo ver, me dijo que en dos días la había reñido más que en toda su vida. Y tenía razón.
El caso es que se ha desencadenado la crisis. Ahora mismo la estamos atravesando como podemos.
Sunflower está enfadada y no quiere estar con Ojazos, incluso se muestra violenta con él (en la manera de una niña de cuatro años). Es como si de repente nos mostrara una parte de ella que no habíamos visto nunca. Y me siento tan responsable de su malestar...
Y Ojazos, por su parte, también la rechaza, diciéndole que "no" todo el rato.
Al final ambos se han puesto enfermos, nada grave, unas décimas de fiebre y Sunflower también vomitando, dejando claro que le está costando digerir esta situación.
Sé que vamos a superarlo, pero cuando uno atraviesa una crisis, a veces llega a desesperarse.
De momento la aventura continúa, no sabemos por cuánto, pero cómo me gustaría que fuese con esa fachada de familia solidaria y feliz todo el tiempo. Sin embargo, no lo es, es duro, y difícil.
Ahora entiendo las palabras de Joan, el Jefe de Menores, cuando hicimos el curso inicial para convertirnos en familia canguro, quien nos decía medio en broma medio en serio "Pero, ¿qué hacéis aquí? ¿Por qué tenéis tantas ganas de complicaros la vida?"?
Desde luego es complicado?
Por eso, todo mi apoyo a aquellas mamás que tienen dos niños pequeños (o más), ahora sé de primera mano qué es, y es un auténtico desafío.
<<El amor, para que sea auténtico, debe costarnos. Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal. - Madre Teresa de Calcuta >>
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