El miedo es un trastorno que afecta a muchos niños cuando son pequeños, y que supone un problema para su desarrollo psico-social, al negarse a realizar una actividad que le causa temor. De niños son muchas y diferentes las fobias que pueden aparecer: a los animales, a la oscuridad, a los lugares cerrados...Pero debemos entender que el niño está viviendo un proceso bastante habitual, y que con el tiempo sus miedos desaparecerán. Sin embargo, mientras que el niño crece, los padres pueden ayudarle a combatir su fobia, siguiendo algunas sencillas pautas para tranquilizarle y apoyarle.
Cuando hablamos del miedo a los monstruos (brujas, hombres del saco, etc.) debemos pensar qué ha propiciado que el niño imagine esas imágenes terroríficas de seres malignos. A veces, puede deberse a una situación problemática en casa o a que ha visto alguna película que le haya causado un gran impacto.
Es importante escucharle, que el niño se sienta protegido, ya que para él el monstruo es real. Hay que tener en cuenta que, a partir de los dos años, los niños comienzan a usar su imaginación y eso, unido a que aun no distinguen entre realidad y ficción, hace que piensen que esos seres existen realmente. Por lo tanto, decirle que los monstruos no existen no servirá de nada, porque ellos aun no lo ven así.
Existen algunas tácticas para conseguir tranquilizarle y que vaya entendiendo poco a poco que son seres imaginarios, aunque siempre dependerá del niño el éxito o no de estos trucos. Como decíamos antes, los niños, sobre todo los más pequeños, están en pleno uso de su imaginación, y los padres deben aprovechar esto y utilizar esta herramienta a su favor. Por ejemplo, cuando llegue el momento de irse a la cama, podemos realizar un “hechizo mágico” que proteja su habitación contra ese monstruo tan malo, o darle un peluche “guardaespaldas” que estará vigilando mientras duerme.
Si el niño se despierta en mitad de la noche llorando y vamos a consolarle, quizá nos pida que busquemos al monstruo. Ante este caso, y ya que los padres estamos convencidos de que no existen, hay que animarle a que lo compruebe él mismo, aunque permanezcamos a su lado mientras inspecciona la zona.
Pero lo más importante de todo es que debemos conseguir que el pequeño se tranquilice, no provocarle más tensión, por lo que lo más adecuado es hablarle con tranquilidad y abrazarle, siempre con paciencia. No olvidemos que los niños necesitan sentirse protegidos y queridos por sus padres.
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