Esa facilidad con la que un niño tan pequeño se introduce en el contexto lingüístico es una de las razones por las que cada vez más se recomienda estimular en ellos el aprendizaje de un segundo idioma desde edades más tempranas.
En un mundo globalizado como éste en el que vivimos, conocer otras lenguas, y particularmente el inglés, que es el idioma universal, ha dejado de ser un “plus” para convertirse en un “must”. Por eso, como padres cada vez nos preocupa más adentrar cuanto antes a nuestros hijos en el mundo del multilingüismo.
El cerebro del niño se forma entre los 0 y los 4 años. Es la fase en que se desarrollan las conexiones neuronales, y en la que absorben todo tipo de conocimientos sin esfuerzo alguno, de forma rápida y consolidada. En lo que al lenguaje se refiere, aprenden al mismo tiempo los conceptos, su pronunciación y su significado, a lo que más adelante añaden las estructuras gramaticales… et voilà!, sin darse cuenta dominan su idioma materno.
Siguiendo este esquema, cuanto antes introduzcamos un segundo idioma en su entorno natural será más sencillo para ellos aprenderlo de la misma forma innata, sin esfuerzo y con mejores resultados. Cada vez son más las guarderías y colegios que introducen el inglés en su día a día desde sus primeros años de vida, pero la aportación de los padres en casa es también muy importante.
Si uno de los progenitores lo habla con cierta fluidez, resulta muy eficaz comenzar a utilizarlo para hablar con el bebé desde el principio, a base de frases sencillas, expresiones o palabras cotidianas que va aprendiendo simultáneamente a su lengua materna. Cuanto más natural sea su introducción, más lo será también su interiorización.
Conforme van creciendo, es interesante despertar en ellos la curiosidad y el interés por aprender sirviéndonos de otros recursos, siempre con naturalidad. Por ejemplo, alternar los cuentos que les leemos (o que leen ellos solos) en inglés y en español, ponerles dibujos animados en ambos idiomas, combinarlos también en las canciones infantiles que escuchan, buscar aplicaciones con contenidos interactivos en inglés para que puedan entretenerse mientras juegan con la tablet en determinados momentos…
Cuando planificamos nuestro tiempo de ocio en familia también podemos recurrir a actividades culturales bilingües. Afortunadamente, cada vez es mayor la oferta de espectáculos de teatro, cuentacuentos, talleres e incluso magia en inglés que se dirigen a los más pequeños, y que podemos tener en cuenta de cara a los fines de semana.
Otra idea interesante puede ser establecer en casa “la tarde del inglés”, un día a la semana en el que todos tengamos que utilizar este idioma para comunicarnos entre nosotros, para jugar, durante la cena… De ese modo, como si fuera un juego y casi sin darnos cuenta nos iremos acostumbrando a que el inglés forme parte de nuestra rutina. Y no sólo les vendrá bien a los más pequeños… También a los papás nos servirá para mantener viva la práctica del idioma.
El verano es uno de los periodos en los que los niños pueden darse cuenta más fácilmente de las ventajas que ofrece el hecho de conocer este lenguaje universal. Si viajamos fuera del país, tan sólo con ver los carteles y señalizaciones se sentirán importantes al darse cuenta de que son capaces de interpretarlos. Animarles a que sean ellos quienes hablen con el taxista o el camarero de un restaurante les ayudará a valorar todo lo que han aprendido.
Del mismo modo, si nos quedamos dentro de España pero nos desplazamos a zonas turísticas será muy probable coincidir en el hotel, en la playa o en una excursión con niños de otras nacionalidades con los que, sin duda, se podrán comunicar y de este modo hacer nuevos amigos, enriqueciendo al mismo tiempo su desarrollo cultural y personal.
Por Marieta Viedma, educadora infantil y cofundadora de Lingokids.