Hace tiempo en un taller nos pidieron que escribiéramos nuestra historia, de ahí que al leer la mía me hicieron notar que yo antes de casarme vivía en un mundo de fantasía, lleno de felicidad, y aunque puede ser que aún siga soñando despierta, dijeron que cuando me casé por fin puse los pies en la tierra, puede ser, pero haber formado una familia me ha hecho vivir lo que no imaginaba.
Hoy contare mis vivencias en la espera de mi primer hijo:
El día que supe que estaba embarazada lloré mucho, pero no por mi bebe sino por cuestiones ajenas a él como la incertidumbre y los prejuicios familiares. Lloraba mientras me tocaba el vientre y le decía a mi hijo que lo amaba y que no era el por quien lloraba, que todo iba a estar bien... Mi novio se alegró mucho con la noticia, me consolaba y ofrecía todo su apoyo a lo que decidiera.
Emocionalmente fue un momento muy difícil para mí, solo era que me pusiera a pensar y me deprimía o me daba por dormir mucho, pero por lo general me mantuve muy activa. Sin embargo físicamente me sentía como nunca, mi piel se puso suave, mi digestión se reguló, mi cabello se hizo manejable, me sentía saludable y así, unas cosas compensaron las otras...
Como primeriza tenía mucho miedo a lo que venía, después de mi boda las cosas se presentaron muy diferentes a lo que creí, al contrario del romanticismo que esperaba la relación entre mi esposo y yo se resintió un cambio muy duro, al menos para mí, me sentía muy sola por las largas ausencias de mi esposo...
Por todo eso y más aún por lo que me contaban acerca de la maternidad estaba temerosa, así que me puse a investigar los temas que más me intrigaban, escuche a todas las mujeres que me compartieron sus vivencias y sus consejos, al final fui tomando los que mi intuición me decía que me servían y así fue:
2 de la mañana, sentí la primera contracción, aguante la primera hora acostada identificando si se trataba realmente de contracciones y tomando tiempos, ya que las identifiqué me levante a bañarme, me tomé un té de cominos y nos fuimos al hospital, me regresaron a la casa y me dijeron que regresara a las 10, pero mi suegra sabiamente me llevó antes, yo estaba tranquila, ya en el hospital me internaron y todos muy al pendiente de mi, se turnaban para hacerme compañía y mantenerme tranquila, todo el tiempo me decían que no parecía primeriza y que me estaba portando muy bien, yo me sentía llena de sentimientos de gratitud y confianza, estaba decidida a cooperar , todo por mi hijo, me podía mucho pensar que el sufriera, me llegaba a la mente cosas como el sufrimiento fetal y solo quería evitárselos...
Me dolía, mucho, pero yo decidí dejar como última opción la epidural, en poco tiempo sentí el empuje de mi hijo y les grité -¡ya viene!- se rieron de la incredulidad y me dijeron que si quería que me anestesiaran, les dije que todo lo que quisieran, pero que ya me pasaran a la sala, firme la autorización mientras me pasaban y susto que se llevan al ver a mi hijo ya a punto de salir, entonces me dijeron que no pujara en esa contracción y pronto me pasaron a la camilla, vino la siguiente contracción me decidí, pujé con toda mi alma que vi todo en sombra, como si estuviera encandilada y nació, justo a las 10:40 am... Un alivio para mí, escuche llorar a mi hijo, me lo enseñaron, que le diera un beso y me sentí plena, llena de amor y ternura...
Lego vino lo más difícil para mí, la limpieza interna y los puntos al corte dónde me rotaron, fue traumático, pues entre toda la información jamás me enteré de esto y como no lo esperaba me espanté... Ahora sí temí al dolor, perdí la confianza y me invadió el miedo hasta que por fin terminó y me pasaron a un lado al pasillo...
En seguida de mi pasó algo muy triste, entro una señora que con 6 meses de embarazo se adelanto su bebé, yo afuera me estaba dando cuenta de todo, le pedía a Dios un milagro que no sucedió...
Después ya que había terminado aquello me llevaron a mi bebe y me decían que le diera el pecho para que empezara a bajar la leche, pero no pude, así que me dijeron que estaba bien, que lo intentara más tarde. Yo solo quería estar con él, no me importaba el cansancio, ni nada más que cuidarlo. Tenía muchos sentimientos encontrados, quería salir consolar a aquella madre, a la vez que sentía gratitud por la vida recién nacida de mi hijo, lloraba de tristeza a la vez que de alegría...
Vivía entonces con mis suegros y mi esposo estaba en estados unidos, pero yo me sentía muy bien en todo sentido; no me dio depresión alguna, la recuperación fue muy rápida, tenía abundante leche y mi hijo pareciera que sabía bien lo que tenía que hacer, dormía mucho por la noche, aunque de día se despertara seguido, por la noche 6 horas seguidas era lo más común, mis suegros me decían orgullosos de su nieto - ¡Él es un ‘hombre' bien hecho!, - No parece que haya bebe aquí... -No conocí nunca un bebe como el...
Y así fue el comienzo de la vida como mamá, para mí ha sido la experiencia más gratificante de mi vida y quizá la más difícil, pero también la que más vale la pena.