La semana pasada Eloy tuvo su primera otitis. Todo empezó el sábado cuando fuimos a un bar a tomar algo que le notaba más cansado de lo normal para las horas que eran, pero había estado correteando y montando en bici toda la tarde por lo que no le di importancia hasta que llegamos a casa y le notamos un poco más caliente de lo normal. Estaba en 38. Como no parecía que le doliese nada, le dimos el bibe y a dormir.
El domingo teníamos una función de teatro en Móstoles con los primos y la idea luego era comer en casa de mis padres e irnos nosotros al cine después de dos años y medio sin ir. Pasó buena noche y se despertó sin fiebre por lo que decidimos seguir con los planes.
A los 3 minutos de montar en el coche se quedó dormido, algo que no es normal y cuando llegamos al teatro estaba muy tontorrón pero aguantó la obra muy bien y se portó mejor todavía. A la salida parecía otro. Se puso a jugar con los primos, a correr. Estaba como si nada. Fuimos a comer a casa de mis padres, comió muy bien y a dormir. Después de comer, nosotros nos fuimos al cine como teníamos planeado. Cuando se despertó no quiso merendar mucho pero estaba jugando y normal. Pero cuando fuimos a recogerlo notamos que estaba caliente y nada más montarlo en el coche para volver a casa vomitó y empezó a quejarse de dolor de cabeza.
Como Eloy es un niño al que es raro que le suba la fiebre, decidimos ir a urgencias, sobre todo por el dolor de cabeza. Fuimos al hospital que nos corresponde, la Fundación Jiménez Díaz y en cuanto entramos en la sala de espera nos llamaron para saber qué le pasaba y tomarle la temperatura. 39,4º. El susto que me llevé fue épico. Me dijeron que le diese enseguida ibuprofeno pero no me dio tiempo porque nos llamaron a consulta. Se quejaba mucho. La pediatra le hizo una revisión completa y cuando llegó a los oídos, escuché esa palabra tan temida: OTITIS.
El pobrecito mío se quejaba y con razón. Intentamos darle ahí mismo el ibuprofeno pero teníamos el de naranja y no lo soporta. La pediatra nos dijo de probar el de fresa y todo un descubrimiento. Nos mandó antibiótico y a casa.
La noche fue regular. A las 2am le entraron como naúseas e intentó vomitar pero como tenía el estómago vacío no podía. Estaba ardiendo. La pediatra nos dijo que a veces las fiebres altas les provocan esos vómitos. Le metimos con nosotros a la cama y ahí pudo descansar un poco pero tampoco demasiado.
El lunes se quedó con su padre en casa y yo me fuí a trabajar. Durante todo el día no quiso comer nada, sólo quería agua y más agua. Cualquier cosa que le ofrecíamos la rechazaba. Pasó el día como pudo y a dormir. La noche fue mejor pero volvía a tener fiebre muy alta. Volvía a estar en 39º. Con el ibuprofeno le bajaba a 38 ó 38,5º pero al menos, durante el efecto, volvía a ser él.
El martes por la tarde parece que la fiebre ya nos daba una tregua y pasó buena tarde y comió un yogur. Parecía que volvía a ser él poco a poco. La noche ya la pasó sin fiebre y el miércoles se levantó normal. Pidió bibe, se lo tomó entero y se volvió a dormir a pesar de haber pasado muy buena noche. Cuando se despertó volvía a ser él. Ya ni rastro de fiebre, volvía a ser el niño juguetón de siempre y ya el jueves le volvimos a llevar a la guarde. Allí estuvo contento, jugó, comió todo y parecía como si nada hubiera pasado. La otitis por suerte había desaparecido.
La verdad es que lo he pasado mal. Da miedito verlos con tanta fiebre pero de todo lo malo se saca algo bueno.
Lo primero, saber que a esta edad, 2 años y 1 mes es muy común tener otitis. La pediatra nos comentó que por la disposición que tiene ahora mismo en los oídos, en cuanto tiene muchos mocos y estos “entran” en contacto con una bactería, ahí tenemos ya la infección.
Esta otitis me ha demostrado que tenemos que confiar mucho en los niños. Eloy no es un niño que beba mucho agua por lo general. El verano pasado escribí un post celebrando que por fín bebía agua. Pero estos días me han demostrado que, sin descuidarnos tampoco, ellos son capaces de saber sus necesidades. Los dos primeros días sólo quería agua y más agua y eso me dejaba más tranquila sabiendo que al menos estaba bien hidratado, que al final con las fiebres altas, se pierde mucha agua.
También me ha demostrado que, aunque haya estado dos días sin comer, no pasa absolutamente nada. Cuando se ha encotrado mejor, ha vuelto a comer como si nada.
Han sido unos días duros, sobre todo por verlo tan y tan decaído pero ya todo ha pasado y, aunque sabemos que no es la única que va a pasar, al menos ya sabemos algo más. Lo importante, es que se recuperan pronto y vuelven a ser los trantillos que son a diario, que aunque nos agoten, es lo que nos da la vida.