Mi experiencia personal en el taller de certificación de facilitadores de disciplina positiva fue muy grata y satisfactoria, no solo a nivel profesional sino a nivel personal. Es a partir de este momento en que sí cuestiono todas esas técnicas que nos han enseñado en la carrera y en los másteres de psicología. Un gran debate interno para mí puesto que en lo que creía y aplicaba como psicóloga ha empezado a cambiar debido a la disciplina positiva.
Una de las frases más populares de Jane Nelsen (propulsora de la disciplina positiva) y con la que más me siento identificada es "¿De dónde surge esa loca idea de que para que los niños se porten mejor hay que hacerlos sentir mal?". Cuando leí esta frase por primera vez algo en mi cabeza eso click, y mentalmente pensé: "es verdad, tiene razón". La mayoría de las veces cuando un niño hace algo incorrecto decimos o hacemos algo que los hace sentir mal, creyendo que realmente eso va hacer cambiar su mal comportamiento, y, puede que en algunos casos lo haga, pero internamente ¿cómo se siente ese niño? ¿Qué objetivo perseguimos: que cese ese mal comportamiento inmediatamente, o que cese ese comportamiento pero sin que quede comprometido la integridad, autoestima y bienestar emocional y físico del niño? Si les haces esta pregunta a los padres seguramente elijan la segunda opción, pero lamentablemente no se dan cuenta que la mayoría de las veces ejecutan la primera opción. Y me incluyo, porque muchas veces he cometido ese error.
Muchos se preguntarán qué es eso de la disciplina positiva, pues bien, no es nada más que una metodología educativa centrada en la firmeza y el cariño. Si, has leído bien, se puede ser firme y amable a la vez, y esto es lo que intenta la disciplina positiva buscar un equilibrio entre la firmeza y la amabilidad. Lo que pretende la disciplina positiva es dotar a padres y educadores de herramientas educativas para promover el respeto, el cariño, la responsabilidad, la autoestima y autocontrol, en resumen: los valores y habilidades que necesita el niño para enfrentarse a las experiencias de vida.
Algunas de estas habilidades que queremos inculcarles a nuestros niños son la autodisciplina, responsabilidad, autoestima y seguridad personal, habilidades para resolver problemas, etc. Y repito nuevamente si le preguntas a los padres si quieren que sus hijos desarrollen todas estas capacidades su respuesta será: por supuesto que sí. También te dirán que trabajan día a día para lograr eso, sin embargo, seguramente estén aplicando técnicas de la disciplina tradicional que no dudo que pueda corregir determinados malos comportamientos de los niños. Me remito solo a la cantidad de años que se lleva aplicando la disciplina tradicional y aquí seguimos todos. Pero, sí existe otra metodología que no sólo se centra en los comportamientos concretos y aislados sino que fomenta una autodisciplina y la autoestima y seguridad personal, desde el respeto, la firmeza y la amabilidad, personalmente creo que vale la pena cambiar de metodología porque al final esto hará niños más felices, familias más felices y a gran escala sociedades más felices y respetuosas.
En lo que a mí respecta ya he decidido formar parte de este enriquecedor mundo de la disciplina positiva, y espero poder ayudar a padres y educadores a empaparse en este mundo para crecer juntos con nuestros niños y construir así hogares cada vez más felices y finalizo este post citando otra frase de Jane Nelsen: "La paz del mundo puede empezar por tener paz en los hogares y escuelas"
Viviana Villamayor Fleitas
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