Quizás hayáis oído hablar de la disciplina positiva como método de crianza ya que, en los últimos tiempos, este modelo educativo ha ido ganando peso en el entorno escolar y familiar.
Pero, ¿en qué consiste exactamente la disciplina positiva? ¿cómo podemos aplicarla en casa? ¿qué beneficios tiene para los niños y niñas?
¡Sigue leyendo y resuelve todos estos interrogantes!
¿Qué es la disciplina positiva?
La disciplina positiva es un modelo educativo basado en la confianza y el respeto mutuo de todos los integrantes de este proceso de educación y crecimiento.
La primera vez que se usó este concepto fue a manos de Jane Nelsen y Lynn Lott, que basándose en los estudios de los psiquiatras Alfred Adler y Rudolf Dreikurs, construyeron la filosofía y la metodología de la Disciplina Positiva.
Se trata de la convicción, por parte del adulto, de que se tiene que educar en base a dos pilares fundamentales: la amabilidad y la firmeza.
Así pues, los autores defienden la importancia de tener en cuenta los sentimientos y las emociones del niño o niña a la hora de interactuar con ellos. De comprender sus necesidades, sus motivaciones y creencias para así, ponernos en su lugar y tratar de encontrar una solución que no pase por la imposición de nuestra manera de pensar o de resolver los problemas.
En palabras del propio Adler
Una batalla con un niño es siempre una batalla perdida. Nunca conseguiremos su cooperación a través de la lucha. Ahorraríamos una incalculable cantidad de tensión y esfuerzo inútil si nos diésemos cuenta de que la cooperación y el amor jamás se consiguen por la fuerza.
Así mismo, afirman que el adulto tiene que posicionarse ante el infante con autoridad y firmeza ya que los pequeños necesitan aprender de un modelo claro que sea capaz de establecer límites de manera coherente.
El castigo como método de impartir disciplina
Durante mucho tiempo el castigo ha sido, por excelencia, la manera de impartir disciplina en los más pequeños. Basado en la teoría conductista, el castigo se sostiene sobre la base del aprendizaje a través de estímulos directos como respuesta a una conducta. Es decir, si haces algo inadecuado y recibes como respuesta una consecuencia negativa, la próxima vez, antes de volver a repetir la conducta detonante, lo pensarás mejor para evitar ese resultado desagradable.
Si bien hay estudios que respaldan el funcionamiento y los resultados del aprendizaje conductista, esta teoría poco a poco se va quedando desfasada con la aparición de nuevas metodologías que tienen en cuenta la individualidad de la persona que tenemos delante así como toda la parte emocional que interviene en el proceso de enseñamiento y aprendizaje.
Basándonos en los preceptos de la disciplina positiva, la clave de la disciplina no es el castigo sino el respeto mutuo. Por tanto, hay que crear una relación lo suficientemente fuerte y sincera como para no tener que recurrir al castigo. El niño no tiene que hacer o dejar de hacer algo por miedo a las consecuencias que esto le acarree, sino porque el adulto, a quien quiere y respeta, se lo está pidiendo.
Pero si no podemos castigar a nuestros hijos ¿cómo hay que reaccionar cuando se están portando mal?
Según Adler, la mayoría de las conductas negativas que vemos en los niños y niñas se trata de respuestas inadecuadas a un problema. El adulto, como modelo que es para estos, debe intentar entender cuál es ese problema para poder ayudarles a encontrar soluciones más eficaces y socialmente útiles.
Conceptos clave
Educar en positivo se trata, por tanto, de un cambio profundo en nuestra manera de pensar y actuar en base a unos principios de respeto, confianza y comprensión. Pretende destacar lo positivo por encima de lo negativo, huyendo de los reproches que no llevan a ninguna parte e intentando encontrar soluciones que nos ayuden a avanzar.
Los conceptos básicos de la disciplina positiva son:
Fomenta el desarrollo del sentimiento de pertenencia en los niños y niñas.
Desarrolla relaciones de respeto mutuo.
Amabilidad y firmeza a partes iguales.
Promueve el autoconcepto positivo.
Enseña habilidades sociales.
Evita el enfrentamiento.
Tiene efectos a largo plazo.
Cómo aplicar la disciplina positiva en casa
Si bien aplicar la disciplina positiva en casa no va a ser un cambio que podamos llevar a cabo de un día para otro, es importante tener claros los conceptos que defiende este modelo educativo para así poder adecuarnos a ellos.
Teniendo en cuenta que es un modelo más práctico que teórico, la mejor manera de llevar a cabo una educación en positivo es poniéndola en práctica, probando diferentes estrategias, equivocándose y reflexionando sobre ello.
A continuación, desarrollamos algunas ideas que te pueden ser útiles para tu día a día.
Fomentar su autoestima y el sentimiento de pertenencia al grupo. Todos formamos parte del grupo y, por lo tanto, todas las opiniones y sentimientos son tenidos en cuenta. En la medida que preguntamos y respetamos a todos los miembros de la familia les hacemos sentirse parte de esta y sentirse valorados.
Diferenciar entre sentimientos y actos. Hay que dejar que los niños expresen sus sentimientos (esos son reales y no debemos negarlos), aunque desaprobemos su conducta (esta sí se puede evitar o corregir).
Comprender el origen de ciertas conductas. en ocasiones, los niños y niñas desarrollan conductas inadecuadas como respuesta a falsas ideas que se han creado. Estas pueden ser: pensar que solo reciben atención del adulto cuando actúan de determinada manera, creer que el adulto solo le tiene en cuenta cuando se opone a él, conductas negativas como venganza por algo que le ha hecho el adulto, Si logramos comprender el origen de esta conducta y hacerlo consciente, el pequeño se sentirá respetado y con mayor motivación para hacerlo correctamente.
Ser generosos y firmes. En muchas ocasiones tendemos a confundir autoridad con dominación. Es importante que encontremos un punto medio entre estos dos conceptos, así como entre generosidad y permisividad. La firmeza y la generosidad guían a los niños a cooperar y a conocer las fronteras donde pueden sentirse seguros. Pensar en esto y establecer unos criterios comunes entre los adultos que conviven con el niño o niña es siempre una buena idea.
Preguntar en vez de ordenar. Hazle preguntas y propicia que tu hijo o hija se sienta escuchado y comprendido. Escúchale activamente y deja que se exprese con sinceridad. Verás como es más fácil que un niño escuche si se ha sentido escuchado.
Centrarnos en las soluciones. Después de algún conflicto es habitual centrarnos en las consecuencias que va a suponer al niño. En vez de esto, por qué no intentamos encontrar una solución que no pase solo por la venganza sino por intentar enmendar el error. Involucrar a los pequeños en las soluciones más que castigarlos por su error, promueve su aprendizaje y la toma de conciencia de lo que ha generado su comportamiento.
Establecer rutinas. Las rutinas proporcionan seguridad a los niños y niñas. Las rutinas, además, evitan desacuerdos y ayudan a prevenir la lucha de poder en cuanto todos sabemos qué es lo que hay que hacer y, por lo tanto, no tiene sentido intentar negociar.
Planificación. Los niños están más dispuestos a cumplir las reglas que ellos han contribuido a establecer. Planifica las actividades y habla con tus hijos sobre las consecuencias. El hecho de estar informados sobre lo que puede pasar les ayuda a gestionar su conducta.
Cuidar el lenguaje. Intenta que el lenguaje que usas destaque lo positivo en vez de lo negativo. A todos nos gusta que nos valoren y se destaque aquello en lo que somos capaces no que se hable sobre los errores que hemos cometido.
Consecuencias lógicas en vez de castigos. Una consecuencia lógica a una conducta inadecuada tiene que ser respetuosa, estar relacionada con el conflicto y ser razonable. Las consecuencias promueven el aprendizaje más que los castigos ya que están relacionadas directamente con el problema que las ha generado.
Para saber más
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