Resulta interesante compartir aprendizajes porque no sólo aprendemos de los maestros, sino de otros niños y niñas, así como de la experiencia misma. Encontramos esto y más en la vida cotidiana de la Escuela combinándose con la organización de otras tareas que refuerzan los juegos simbólicos, la construcción, la plástica o la psicomotricidad. Pero también el patio de juego. Esto permite una atención individualizada y ayuda al maestro a dar mejores respuestas a las características personales de cada niño.
Para que el lenguaje cobre un significado y para que la destrezas tengan un sentido han de darse nuevas estrategias, pensamientos, habilidades estas que fluyen detrás de cada pequeño o gran acontecimiento en la escuela. En definitiva necesarios para identificarse con la vida. Podríamos considerarlos como intercambios que hacen que la escuela sea un lugar dinámico y que los conceptos sean visibles constantemente. Así como los vínculos que se establecen unidos a la comunicación; el reconocimiento que subyace de la mirada del maestro frente a las acciones de nuestros niños.
El valor del juego espontaneo y su estética en este caso espontánea, simplemente es en si mismo una maravilla, es un ofrecimiento efímero cargado de un pensamiento o más, unidos a varios símbolos en acción.
La cultura humana brota del juego y en él se desarrolla J. Huizinga.
Experiencia Estética y Arte de Participación: Juego, Símbolo y Celebración. por Javier Abad Molina.