Llevaba un tiempo rondándome este tema en la cabeza y justo el otro día vio otro post de Baberos y Claquetas que además me servía para poder enlazar el mío así que aquí estoy por fin escribiéndolo. Que últimamente me está costando bastante sacar tiempo para escribir.
Cuando tienes niños y te relacionas con otros padres no sé por qué motivo se tiende a comparar unos niños con otros, somos lo peor. El caso es que hay veces que me encuentro con padres que ven a sus hijos como unos niños perfectos. Niños que siempre se portan bien, que son los más guapos y por supuesto los más listos.
Pues señores y señoras los míos no son así. Para nada son así. Son de lo más normal y no me considero una mala madre por decirlo y por reconocer que ni son los más guapos, ni los más listos ni mucho menos los que mejor se portan. Que adoro a mis hijos, vamos a ver, pero de ahí a alabar todas y cada una de sus hazañas como la mejor, no puede ser bueno para ninguno. Si constantemente les decimos lo perfectos que son, me da a mí que lo van a pasar un poco mal en la vida.
Ciertamente puede que haya padres e hijos que casi rocen esa perfección, la otra noche contemplé un claro ejemplo de ello, casi no distinguía la realidad de la ficción.
Fuimos a cenar a un restaurante chino los cuatro. Es lo más a lo que podemos optar, nuestras salidas van del burguer un 95% de las veces, pasando por el chino y el Foster Hollywood, las menos. Bueno que me lio, resulta que como ya nos conocemos y sabemos lo que puede pasar procuramos evitar las horas puntas en los restaurantes para estar un poco más tranquilos. Así pensábamos que iba a ser, pero no. A pesar de casi estar solos, de repente se abre la puerta del chino y aparece una familia perfecta de cinco miembros. Los padres con sus dos niñas y su niño. Los 5 iban totalmente vestidos de blanco. Era imposible no quedarte mirando, como si fueran a una fiesta ibicenca, pues así. Totalmente acordes unos con otros e impolutos. Pero impolutos. La madre perfecta. Peinado perfecto. Maquillaje perfecto. La ropa y zapatos perfectamente combinados. Y el resto de la familia perfecta, pero perfecta, perfecta. Os prometo que hubo un momento en el que le pregunté a mi marido si era algún tipo de broma.
Afortunadamente se sentaron detrás de mi y no podía verlos pero mi marido sí. Y la comparación era odiosa, comían tranquilos, hablaban bajito, no se les escuchaba, no se levantaban, no se manchaban. Menudo nivelazo, debería haber preguntado como lo hacían para llegar a ese nivel.
Nosotros nunca jamás llegaremos.
Y volviendo a la realidad, os cuento alguna de las azañas de mis hijos:
Mis hijos, cuando comen fuera de casa es cuando peor se comportan, les da el "subidón subidón" y consiguen que los que están a nuestro alrededor tengan que girarse.
Mis hijos, cuando comen se manchan. Se manchan ellos, manchan la mesa y si me arrimo me manchan a mi.
Mis hijos tiran los cubiertos cuando comen. Se les caen. No tienen esa ingeniería mecánica que algunos padres consiguen enseñar a sus hijos para que nunca se les caigan los cubiertos.
Mis hijos tocan la comida con las manos. Coger los fideos de la sopa es su especialidad.
Mis hijos son capaces de sacarse los ojos el uno al otro sin ningún remordimiento.
Mis hijos son de los que salen corriendo en un centro comercial para esconderse debajo de una estantería y tu te desesperas pesando que los has perdido mientras ellos están muertos de la risa.
Mis hijos si ven a alguien que les parece "feo" se lo dicen sin ninguna vergüenza, señalando y a voces "mamá mira que chico más feo". Yo me quiero morir en ese mismo momento
Mis hijos se sacan los mocos y los pegan donde les parece, su ropa, la mía, la pared. ¡¡¡Oooooh!!!
Podría seguir y seguir pero no vaya a ser que cuando sean mayores lean esto y dejen de hablarme para toda la vida, así que con esto ya es suficiente.
¿Y los vuestros son de los perfectos que pueden ir vestidos de blanco o de los de "mamá mira como se mueve la lámpara cuando tiro el cojín hacia arriba"?