A la semana 36, en un ultrasonido el niño estaba sentado, el radiólogo me dijo en ese momento que fuera donde el ginecólogo para que me programara cesárea porque ya el feto no se iba a voltear, y que una cesárea no se podía posponer hasta que el feto estuviera de término porque era más peligroso. Esto fue en Granada.
Inmediatamente comencé a investigar lo que se podía que hacer para ayudarle al bebe a darse vuelta dentro de la matriz. Muchas fuentes recomendaban gatear, inversiones y paradas de mano en la piscina, yo hice todos los ejercicios.
En el siguiente ultrasonido ya el niño estaba en la posición correcta, todavía creo que es muy probable que él solo se hubiera acomodado, pero el miedo a una cesárea me impulsó a probar lo que estuviera a mi alcance.
En la semana 40 el niño había dejado de ganar peso, la placenta no le estaba trasmitiendo nutrientes, asumo que por la diabetes gestacional que padecí, aunque nunca tuve una respuesta clara. Sabiendo de mi obstinación por parir naturalmente, mi gineco-obstetra me rasgo membranas para ver si eso desencadenaba el parto (martes 10 Diciembre) y me dijo que regresara en tres días. Pasaron los tres días y nada de dilatación ni contracciones. Regresé el viernes 13 de Diciembre para un ultrasonido con otro doctor, éste ultimo prescribió cesárea inmediata, en ese momento me desplomé y pensé “es verdad, las mujeres ya no podemos parir”.
Mi doctor volvió a rasgar membranas y propuso esperar 24 horas, si nada pasaba en 24 horas, el recomendaba una inducción. Hablé con mi esposo, y acordamos que no optaríamos por inducción si el índice de Bishop no era el ideal; si iba a terminar en cesárea, preferíamos hacerla desde un principio. Tampoco quería esperar 24 horas porque me daba miedo que el bebe no estuviera recibiendo los nutrientes que necesitaba, por lo que decidimos que ingresaría al hospital el 14 de Diciembre a las 8am, para inducción o para cesárea, si nada pasaba.
Yo tenía mi plan B para este escenario y ya lo había discutido con mi esposo; porque sabía que iba nadando contra la corriente desde el principio. Había leído mucho sobre el aceite de ricino (castor oil), y como algunas parteras en Estados Unidos lo recomendaban como método de inducción natural para embarazos que ya estaban a término. La lógica es que al tomar un purgante (el ricino), el intestino se irrita, lo que produce irritación en la matriz y esta irritación a su vez, estimula la producción de oxitocina, desencadenando las contracciones.
En esas semanas, la señora que cocinaba en mi casa en ese entonces me había hablado de la sopa de pato pichón, que según ella, es lo que las mujeres toman en la montaña para provocar el parto cuando ya “se les pasa la fecha”.
De manera que al salir del consultorio llamamos a la señora para que nos ayudara a conseguir el pato y cocinar el caldo; el aceite de ricino ya lo tenía en casa desde un par de días antes. Me propuse a hacer lo que estaba a mi alcance y luego rendirme a las circunstancias.
A las 7pm de la noche del viernes 13 me tome el caldo de pato pichón, junto con un litro de té de menta con canela (natural y fuerte, ambos ingredientes abortivos naturales). A las 8pm, tome 2oz de aceite de ricino en 6oz de jugo de naranja, que es la dosis que recomendaban las parteras “online”, antes de parir no tuve la dicha de poder dar con una partera entrenada formalmente. Esa noche no tenía ropa que me hiciera sentir cómoda mas que un par de shorts de mi marido.
Después de tomarme todas las “pociones” ya no estaba preocupada, estaba de muy buen humor. Creo que sentí un gran alivio en saber que había hecho lo que estaba a mi alcance, y que si iba a terminar en cesárea, sería porque eso es lo que me tocaba.
Como había leído en alguna parte que las prostaglandinas contenidas en el semen estimulan la liberación de oxitocina, decidí que no perdíamos nada teniendo relaciones sexuales antes de irnos a dormir. A las 11.30pm de ese mismo día, me despertaron contracciones que definitivamente no eran Braxton Hicks, tenia una contracción cada 3 minutos, pero eran lo suficientemente leves para permitirme estar acostada.
A eso de la 1am tuve necesidad de ir al baño por el purgante, luego de haber concluido con mi enema autoinducido, desperté a mi esposo y le dije que llevaba dos horas con dolores y bastante seguidos. El me dijo que esperáramos y yo le hice caso. Después me confesó que había dicho eso para poder seguir durmiendo, porque en realidad no se había despertado completamente con mi aviso. Pasé las siguientes dos horas rebotando en mi bola, me duchè y me vestí. A las 3am lo desperté para que se alistara, ya que el hospital estaba en Managua y nosotros vivimos en Granada. Entre la alistada y caminar a recoger el carro (4 cuadras), nos dieron las 4.45am que es cuando llamamos al gineco-obstetra. El nos dijo que nos vería en el hospital a las 8am. Fuimos a Managua a la casa de mi mamá, donde pasamos de 5.30am a 7am, después de una caminata de 6 cuadras pedí que fuéramos al hospital porque ya el dolor era más intenso y no podía estar ni sentada, ni de pie.
A las 8am que llego el doctor y me reviso tenia 5cm de dilatación. Yo estaba feliz!! Tenía luz verde para un parto natural!! Pasé en cuatro patas sobre la cama las próximas dos horas, ya que el dolor no me dejaba estar de pie o sentada. A las 10am el doctor se asomó y me preguntó: “Maria Isabel, como vamos?”, yo no respondí, estaba en el mundo del no tiempo, donde todo era respiración, y la experiencia del dolor. Después dijo: “Regreso a medio día entonces”; al oírlo me parece haber gritado: “Y no me va a revisar?!?!”, ya que el dolor que estaba experimentando era el más fuerte de mi vida y estaba casi segura de que no podía ser posible que el dolor se pusiera peor.
El doctor me revisó y ya estaba en dilatación completa, doctor y esposo corrieron a cambiarse y creo que el hecho de recibir confirmación a nivel intelectual de que ya iba a parir, permitió a mi cuerpo seguir a nivel intuitivo/instintivo, ya que inmediatamente me dieron ganas de pujar. Sola en la habitación no me quedó más que avisar a gritos que quería pujar, y en alguno de los pasillos del hospital oí un grito que decía “Que puje!!!”.
Al rato llegó el doctor y la enfermera para llevarme a la sala de parto, tuve que caminar porque no había camillero, era sábado. Todo esto lo recuerdo con mucho humor por alguna razón.
Puje 4 veces y mi hijo salió disparado como bala de cañón (palabras de mi marido), me rasgué porque optamos por no hacer episiotomía, para mí fue la decisión correcta. Nos dimos cuenta que era niño hasta que salió, ya que queríamos mantenerlo sorpresa. Mi esposo cortó el cordón cuando dejo de latir.
El día más feliz de nuestras vidas. Tuve suerte, ya que me salí con la mía contra todo pronóstico.
El objetivo de compartir mi historia no es dar consejos, ni recetas, ni soluciones. Simplemente contribuir a la bonita comunidad que se ha desarrollado en estos últimos años, donde se fomenta la información para mamás primerizas y lactantes. Creo que si comenzamos a decidir de una manera informada sobre cómo queremos vivir nuestros embarazos, partos y periodos de lactancia, no sólo disminuiremos la posibilidad de experimentar traumas en estos procesos, sino que muy probable saldremos con un nuevo sentido de autoconfianza y empoderamiento, y quien sabe, tal vez transformarnos en nuestra mejor versión.
Le agradecemos a Maria Isabel Cantón por compartir su historia, si queres ponerte en contacto con ella escribinos y con gusto las ponemos en contacto, queres compartir tu historia? mandánosla a info@ciaomamma1.com