Según datos recientemente publicados por la Organización Mundial de la Salud, cerca de 16 millones de chicas de 15 a 19 años y un millón más, menores de 15 años, dan a luz cada año, sobre todo en países de bajos ingresos.
Hemos hablado con Graciela (nombre ficticio). Una joven de 20 años, nacida en Puno, Perú. Nos cuenta que no fue fácil afrontar su embarazo adolescente. Tenía 16 años en ese momento y llevaba un año con su pareja. Su embarazo no fue planificado, y aunque conocía las consecuencias de mantener relaciones sexuales sin protección, los anticonceptivos no estaban a su alcance.
Las causas del embarazo adolescente
En ocasiones el embarazo es deseado, pero la mayoría de las veces no es así. El embarazo adolescente se presenta con más frecuencia en comunidades rurales, con pocos recursos, y bajo nivel educativo. Las causas son diversas. A veces se trata de falta de información, otras veces los métodos anticonceptivos no están a su alcance, por motivos económicos o por tabús sociales. Otras veces el embarazo es producto de relaciones forzadas.
Graciela aún recuerda el disgusto que se llevó su madre, que dice, renegaba de ella. Cuenta que al principio no quería tener al bebé. Ella quería estudiar e ir a la universidad. A pesar de seguir adelante con el embarazo lo mantuvo en secreto y continuó acudiendo a la escuela, porque no quería renunciar a tener un futuro mejor.
El embarazo adolescente entraña también otros riesgos socieconómicos. Cuando una menor de una familia sin recursos queda embarazada, muchas veces se ve obligada a dejar la escuela, o incluso a casarse. La posibilidad de que una jovencísima madre, sin ninguna formación adquiera un empleo es muy limitada, lo que repercute en su futuro, el de su hijo, y el de la propia comunidad, que pierde la riqueza que podría generar una mujer joven a lo largo de su vida, de no haber quedado embarazada.
A pesar de los riesgos que conlleva el embarazo adolescente, Graciela tuvo un embarazo sin complicaciones. Tuvo que pedir ayuda para cuidar al bebé mientras estudiaba. Su madre, a pesar del disgusto inicial, la ayudó para que pudiera seguir yendo a la escuela.
Consecuencias sobre la salud de madre e hijo
La joven no pudo seguir con los estudios superiores porque el bebé padecía una enfermedad congénita y ha tenido que pasar por varias operaciones. Ahora se dedica en exclusiva a su cuidado. Sin embargo, cuando la niña se cure, desea volver a estudiar para conseguir un trabajo y proporcionarle a su hijo un buen futuro.
La probabilidad de sufrir complicaciones en el embarazo y el parto son mucho más altas en una madre adolescente, llegando a ser la segunda causa de muerte de chicas en esta franja de edad. Para los bebés también entraña un serio problema de salud, ya que tienen un 50% más de probabilidad de muerte prenatal o de morir en las primeras semanas de vida, y una mayor probabilidad de sufrir bajo peso, con el riesgo para la salud que puede significar en el futuro.
Aunque hay muchos factores que no se pueden controlar, sin duda el acceso a información y planificación sexual, ayudaría a evitar muchos casos de embarazos no deseados en la adolescencia. En esta línea, fomentar y facilitar a las adolescentes el acceso a la educación secundaria también ayudaría a tomar decisiones más conscientes sobre su futuro.
Educa por la igualdad
La educación es un arma que rompe el ciclo de la pobreza y la exclusión social de la mujer. Las niñas que han ido a la escuela tienen mejores oportunidades de trabajo, conocen sus derechos y tienen más confianza a la hora de tomar decisiones sobre su futuro. Y no sólo eso. Más información sobre salud, nutrición y sexualidad, baja los índices de mortalidad infantil y materna. Y también es un factor que reduce el riesgo de que la niña sea víctima del matrimonio infantil.
Foto: Global Humanitaria
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