Igual solo me pasa a mi, pero creo que muchas personas tenemos en la cabeza un click que nos hace muchas veces querer hacer más de lo que podemos. Y si no llegamos a ese mínimo que nos pedimos, nos sentimos mal. Yo llevaba (llevo) mucho tiempo sin llegar a mi mínimo, pero ya me importa cada vez menos. Si se puede tener la casa lista, perfecto. Si se puede cocinar un buen plato, perfecto. Si puedo darme una ducha larga, pues muy bien. Pero si no, pues no pasa nada. Lo importante es que Manuel esté bien. Y no me importa dedicarle todas las horas del mundo.
Hace unos días leía un artículo donde hablaban del sacrificio de las madres. A mi no me parece en ningún momento que esté sacrificándome por mi hijo. Yo he decidido tenerlo y sé que no iba a ser fácil. Vale, no me imaginaba que sería así, tan complicado, tan sencillo otras veces. Pero aún así, aunque haya días que me sienta cansada a las diez de la mañana, sigue valiendo la pena. Vale la pena cada segundo.
Y me quejo. Mucho. Que si no tengo tiempo, que si no puedo descansar, que si ya no puedo dormir como antes. Creo que está en mi naturaleza ser un poco quejica, pero estoy contenta. Más que contenta, feliz. Así que en un día que es muy especial, en mi primer año como madre, he decidido que tengo que volver por aquí para contarte todo lo que me está pasando. Lo bueno y lo malo. Quiero empezar a ser más yo, a dejarte ver mis defectos y como voy acertando (o no) en mi papel como madre primeriza. Espero que te guste el nuevo aire del blog. Es más que nunca yo misma.
Y como sé que todas las que me leéis por aquí también sois madres, pues no podía dejar pasar la ocasión para desearte…
¡FELIZ DÍA DE LA MADRE!
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