Y es que aún hay días que se me hace cuesta arriba, que necesito coger aire, respirar de forma consciente, inspirar con fuerza y soltar el aire muy despacio. Y mirarme y reconocerme en este nuevo papel. Que no quiero que sea el único. Porque soy madre, pero también quiero ser muchas cosas más. Y cuesta. Cuesta quitarte la culpa de encima. Decidir entre empezar a trabajar y que otros te críen y cuiden a tu bebé o quedarte en casa cuidándolo tu. Y hay días que dices sí, empiezo a trabajar, y me da igual que me reconozcan o no. Lo único que quiero es por unas horas, además de madre seguir siendo mujer, hija, amiga.
YO CONFIESO QUE NO PUEDO MÁS
Y sientes culpabilidad cuando piensas todo esto, cuando te lo tienes que callar para no parecer mala madre. Porque está en nuestra naturaleza ser madres y una vez que lo eres, no puedes quejarte. Que poder decir que estoy cansada, que necesito dormir o que hoy no me apetece cocinar debería poder decirse con total libertad. Pero no. Se nos pide que con el carné de madre también tenemos que ser fuertes. No hace falta dormir, no hace falta descansar, no necesitamos ser nosotras mismas. Y por supuesto, está prohibido quejarse.
Hace ya algunos meses te explicaba que no puedo con todo. Han pasado tres meses desde esa entrada y me sigo reconociendo. Sí, me habría gustado escribir que ahora soy perfecta. Pero no. No lo he sido durante mis casi 29 años de vida ¿porque lo voy a ser ahora?
¿Tu también sientes que se nos exige ser perfectas? ¿Te has sentido alguna vez como yo?
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