Son ya 3 años y medio los que mi niña y yo llevamos con la lactancia materna. Y no es porque yo me lo haya propuesto así, ni mucho menos. Nunca me he puesto plazos ni límites, siempre he dicho que duraría lo que tenga que durar. Pero no miento si os digo que no hubiera imaginado llegar tan lejos, pensaba que nuestro destete llegaría antes. Y confieso que por mi lo hubiera hecho antes, no os voy a engañar.
Pero lo cierto y verdad es que aquí nos encontramos, tres años y medio ya y mi pequeña no renuncia a su "tetita" ni por todo el chocolate del mundo. Y no lo considero ningún mérito, que quede claro. No he tenido que hacer nada para llegar hasta aquí, no me ha costado trabajo, ha sido más bien un "no hacer nada" y dejarme llevar.
Realmente para mi la lactancia materna ha sido el estado más cómodo de la maternidad. Cierto es que al comienzo tiene sus cosas, como no, es lo que tiene emprender una nueva tarea, que mientras no el coges el truco necesitas practicar y dedicarle tiempo. Pero, desde luego, para mi la lactancia materna ha sido cómoda, en el sentido de que no he tenido que hacer nada en especial para mantenerla. Me ha bastado con ofrecerle la teta a mis hijos o dársela cuando me la han demandado. Así de simple. Por eso creo que no tiene ningún mérito, porque no he tenido que esforzarme ni hacer nada fuera de mi alcance para lograrlo.
También ha sido (y es) cómoda en su sentido más práctico. Alimento siempre listo y preparado en la cantidad justa y la temperatura ideal allá donde me encuentre. Si hay sueño, ahí está el mejor somnífero. Si hay dolor, hay está el mejor analgésico. Si hay mimos, ahí está el mejor consuelo.
A los 3 años y medio, evidentemente, es bien diferente a lo que fue el primer año de vida. Mi niña ya no mama fuera de casa, por un lado porque está entretenida y no se acuerda de pedir, y porque sabe que en la calle no le voy a dar tetita. Es mi manera de comenzar un destete progresivo y a su ritmo, además de que no me apetece darte teta en al calle. Ella ya tiene edad para entender ciertas cosas y si bien no admite un destete total, sí me hace pequeñas concesiones, como estas.
Tampoco mama por la noche, hace ya más de un año que logramos el destete nocturno. Si bien pensaba que podía ser el inicio del destete definitivo, nada más lejos de la realidad. Pero bueno, desde entonces hemos conseguido noches de sueño completas para las dos y mantener la lactancia manterna durante el día, los momentos que demanda y que no consigo distraerla con otra cosa.
Porque sí, en mi está destetar. Pero no quiero que sea forzoso, no quiero obligarla a ello, sino que quiero que llegue cuando ella esté dispuesta a dejarlo. Y de momento, no ha llegado ese momento, ni parece que esté cercano. Más bien, me cuesta creer que pueda llegar algún día, aunque evidentemente no va a tomar teta toda su vida..
La cuestión es que ahora es plenamente consciente de lo que es la teta, habla, expresa sus sentimientos, y entre otras cosas, la leche de la teta no solo está muy rica sino que es su comida favorita. A ver cómo le digo yo que no a eso.
Así que practico el "no ofrecer-no negar". Más bien el no ofrecer como primer recurso. No negar, no se la niego, pero intento escaquearme si puedo, por mi parte intento que mame lo menos posible, a veces lo consigo, otras no. Lo que no hago es dejar que llore por decirle que no, se me parte el alma, así que si después de negociar ella quiere su teta, tiene su teta.
El que lo lleva regular, curiosamente, es su hermano. Dice que le da vergüenza que su hermana tome teta porque a esa edad los niños ya no deben tomarla, porque son mayores. Y me pide una y otra vez que deje de de darle teta porque, además, a esa edad él tampoco la tomaba. Confieso que esta reacción por su parte me desconcierta y por eso lo hablo con él, le explico que es totalmente normal que su hermana tome teta aunque otros niños de su edad no lo hagan, que no es nada malo y que, por supuesto, no debe avergonzarse. Es una reacción que nunca me habría esperado de él.
Tres años y medio después, la lactancia materna nos sigue brindando momentos especiales y únicos, nos sigue regalando instantáneas tiernas y entrañables. Y quizás, solo por eso, y por la complicidad que sigo sintiendo en ese mágico momento de conexión entre mi chiquitina y yo, siga mereciendo al pena disfrutar de esta maravillosa experiencia, aunque solo sea a ratitos.