Y confluyen porque la historia con la que mi abuelo hizo volar nuestra imaginación se ha convertido en un Mini, en un libro pequeño, precioso y con un valor símbolico incalculable para los tres protagonistas de la historia: mi prima Míriam, que pone nombre a uno de los personajes, mi primo Fernan, que firma las preciosas ilustraciones, y un servidor, que ha intentado ser lo más fiel posible a la historia original. Y me ha costado mucho. Muchísimo. Primero para sintetizar la historia en unas pocas frases. Después para alejarme un poco de ella y poder contarla desde fuera (qué difícil ha sido este proceso). Por último, para evitar la moraleja facilona y dejar los sentimientos abiertos a la interpretación de los pequeños lectores. Menos mal que por el camino no me han faltado los sabios consejos de la mamá jefa y de Gessamí, la mujer que se esconde tras la editorial. La maceta de mi abuelo es ya también un poco suya.
La historia ha cambiado un poco respecto a la original (hasta el punto que Mara es la protagonista), pero creo que mantiene la esencia del relato que hemos escuchado y narrado mil y una veces en los últimos 25 años en nuesta extensa familia. Y, sobre todo, conserva para los niños, para los pequeños que lean junto a sus padres el cuento, el legado que nos dejó mi abuelo: la imaginación. Espero que si llega a vuestras manos os guste y sintáis en sus páginas todo el cariño que hemos puesto en este libro mi primo y yo. Podéis comprar La maceta de mi abuelo por un módico precio de 1,5€ en la web de Editorial Minis. El Black Friday es una broma al lado de esto.
¿Y si sorteamos unos cuantos minis?
Aprovechando la ocasión, y ya que la Editorial Minis ha sacado su segunda hornada de libros, seis nuevos títulos para su colección, he pensado que estaría guay hacer un sorteo entre toda la genta maja que se pasa por este blog. ¿Os apetece participar? Pues la mecánica, como siempre, será muy sencilla. Ya sabéis que no me gusta pedir a nadie que se haga fan de nada ni de nadie en las redes sociales, así que el único requisito para participar será dejar un comentario en este post. El contenido del mismo lo dejo a vuestra voluntad, sé que sois gente de bien y que siempre os curráis los comentarios que me dejáis en cada artículo.
¿Y que vamos a sortear? ¡Siete premios en formato Minis! Por un lado una colección completa (los 12 títulos de la editorial); por otro, un pack con la segunda hornada de Minis (6 títulos); Por último, cinco ejemplares de La Maceta de mi abuelo. Tenéis hasta el próximo sábado 12 de diciembre a las 23:59 horas para participar. El sorteo lo realizaré a través de la plataforma online Sortea2 y el lunes 14 anunciaré el nombre de los ganadores a través de un post. Me pondré en contacto con ellos a través del email que dejáis en vuestro comentario para poner en marcha el envío. ¡Estas navidades, Minis para todos! ¡Mucha suerte!
PD o desahogo emocional: Estuve muy ligado a mi abuelo. Mucho. Me puedo ver siendo un mocoso viendo Epi y Blas sentado en el sofá y cogido de su mano. Me puedo ver junto a mis primos correteando bajo su mirada por los campos que hoy son montañas de cemento. Me puedo ver llorando desconsolado cada verano, cuando las vacaciones se terminaban y llegaban las despedidas que ponían 800km de distancia entre nosotros. Era especial. Único. Siempre sin hacer ruído. Nunca lo oí quejarse. Ni cuando peor estaba. Ni siquiera cuando el cáncer le fagocitaba por dentro. Recuerdo perfectamente la última despedida. Aquel último verano. Después ya nunca volvieron a ser iguales. Fue la primera gran pérdida de mi vida. Creo que jamás he vuelto a llorar tanto. Su muerte fue para mí un golpe difícil de asumir. Recuerdo que yo, que siempre había sido un niño seguro y confiado, empecé a tener miedo a la muerte, a sufrir ansiedad. Fueron años difíciles. Luego el tiempo pasa y el calendario cicatriza las heridas, pero nunca me he olvidado de él ni de su cara. Y eso que ya han pasado 16 años de aquello, más de la mitad de mi vida. Mi abuela siempre me dice que mi abuelo estaría orgulloso de mí, de la familia que he formado, de las cosas que, mejor o peor, voy intentando hacer. “Ay, si te viera tu abuelo…”, deja caer siempre con una triste resignación mientras unas lágrimas, tímidas, resbalan por sus mejillas. Y yo no puedo hacer otra cosa que cogerle de la mano y acompañarla con mis propias lágrimas. Ojalá me pudiese ver, abuela. Ojalá hubiese conocido a Mara. Y a Diana. Ojalá, esté donde esté, desde su atalaya, me mire con orgullo. Ojalá que le guste el libro. Ojalá sepa que le estaremos eternamente agradecidos.