Hoy me pongo en plan filosofía de café con leche. Me apetece, que narices!! Así que voy a intentar desgranar una de mis teorías gañanas " La teoría de la máscara". Dicho así no impresiona demasiado, pero repetirlo poniendo voz de película de Drácula y una carcajada maléfica al final y veréis lo que cambia "La teoría de la máscara, JA, JA, JA, JA !. Mejor, eh??
La idea es que los disfraces acaban por adueñarse del que los lleva y por eso hay que tomar precauciones con ellos. Todo surgió una noche de carnavales hace muuuuucho tiempo, unos veinte años, en la que me despisté de mis amigos y me quedé sólo. Los locales por los que solíamos salir estaban todos prácticamente en la misma calle, así que decidí esperar en una esquina hasta que pasasen (Si me pongo muy en plan abuelo cebolleta me lo comentáis, en confianza). Era curioso como la gente adoptaba el roll del personaje del que se habían disfrazado. Se que alguno estará pensando que estaba pedo, pues sí, tenía veintipocos años y estaba de carnavales, por supuesto que tenía un puntillo. Pero ya no estaba pensando en los disfraces de carnaval, sino en los disfraces que nos ponemos en el día a día para enfrentarnos al encuentro cotidiano con los otros. Creamos máscaras para protegernos, para ser menos vulnerables. Pero hay que tener cuidado porque el personaje, esa escudo, acaba muchas veces por absorber a la persona. Te empiezas a comportar de una manera determinada, la gente te empieza a tratar como se trata al personaje que estás representando y al final te conviertes en un estereotipo. Ejemplos hay a puntapala, solo hay que observar.
Todo esto viene de a cuento de que muchas veces creamos personajes para nuestros hijos. Enseguida encontramos un rasgo, una anécdota en el comportamiento, una escusa para asignarles una personalidad. Este es el bruto, este el deportista, el artista, etc. Además muchas veces se asigna a los niños personajes con rasgos muy sexistas. Es como si tuviésemos necesidad de fijar su condición de género a base de implantarles estereotipos sexistas. Los comportamientos de una niña son reforzados cada vez que responden a lo que se espera del roll de "Princesita", y la brutalidad de se aplaude cuando responde a lo que esperamos de nuestro "chicote". En realidad todo esto es muy subliminal, ni los que lo hacen se dan cuenta conscientemente de lo que están haciendo. Ser bruto no es de chicos ni de chicas, es de brutos. Igual que puede haber niños delicados y poco físicos, hay niñas muy deportistas.
No
No tengo ninguna intención de fomentar en mi hijo unos rasgos de su personalidad por encima de otros. Que sea él mismo, con valores, pero él mismo.
Si os interesa hay una reflexión muy interesante , y menos gañán, sobre un tema paralelo a este en blog de Mi Mundo Con Ellos Tres. Libertad escribe sobre el sexismo en los juguetes de los niños