Se ha hablado muchísimo sobre maternidad a lo largo de la historia, existen movimientos en todas las direcciones sobre crianza, educación, alimentación, cuidados... Todo siempre centrado en nuestro papel como madres. Porque con la llegada de los hijos, parece que tu pasado se borra para dejarte solo eso, el papel de madre.
La maternidad es un estado híper absorbente desde los inicios, ya desde el embarazo, dejas de ser quien eres, para convertirte en el envase de algo realmente valioso y frágil. Te conviertes en la única responsable del bienestar de esa criatura que está por llegar. Todo lo que haces se cuestiona, se critica, se somete a juicio, porque tú ya no eres la prioridad, lo es tu bebé. Cuando nace, esta situación no hace más que acrecentarse, el bebé tiene nombre y cara y la presión por "estar a la altura" aumenta. A todo esto hay que añadirle la exigencia en el trabajo y la casa, todo debe funcionar al mismo ritmo que antes de tener a tus hijos, aunque ellos ocupen una parte muy importante de tu vida.
Llegados a este punto, lo más habitual es haber dado por perdida nuestra vida anterior, nada de ocio, descanso o cualquier cosa relacionada con nuestra satisfacción personal. Directamente asumimos que nuestra vida ha cambiado y ni siquiera nos planteamos la posibilidad de vivir otra realidad. Y entonces, casi por accidente, un día en una conversación cualquiera, alguien con hijos te dice: "y por qué no vas al gimnasio? Por qué no sales con tus amigas? Por qué llevas tres años sin leer un libro? Por qué, por qué, por qué!!? Yo lo hago". Y entre asombro y escepticismo, te llevas el eco de esas palabras en tu cabeza, pensando si realmente será posible. Más o menos, esto me pasó a mi hace ya algunos años y por suerte reaccioné. Me di cuenta de que sigo teniendo los mismos derechos y necesidades o incluso más, que antes de ser madre.
A veces estamos tan metidas en rutina, que pasamos por alto algo tan básico como esto. Incluso la gente que te quiere y te rodea, ve que no estás del todo bien, pero también se han acostumbrado a verte así, corriendo y sin parar. Lo que nunca se ha contado de la maternidad es que además de madre, sigues siendo mujer. He aquí el gran secreto. Tienes derecho a tu tiempo. Date permiso para hacer algo sola y para ti exclusivamente. Está en tu mano romper la inercia de los últimos años y empezar a pensar en ti. Concédetelo y exige a tu entorno que te cubra en tu ausencia como madre. Tus padres, una amiga, tu pareja o tu vecina, porque tienes derecho.
Aunque yo diría más, tienes el derecho y tienes la obligación de cuidarte, sacar tiempo para dedicarte a algo que te gusta y disfrutar de pequeños placeres en tu día a día. Todos los que hoy te exigen, te lo agradecerán mañana. Pero por encima de todo, sentirás que la vida está mereciendo la pena. Porque en la vida no todo es sacrificio, la vida es esfuerzo, pasión y la satisfacción de estar exactamente donde quieres estar.
Dónde estás tú?
Un abrazo!!
Fotos: Sara González Carrasco