Ella pasó de ser una mamá "light", a ser una mamá más comprometida y participativa en la vida de su hijo. Pasó, de no acompañarlo a (casi) ningún cumpleaños, a ir a todos aunque sea un momento, de no recogerlo nunca de sus actividades a recogerlo mínimo una vez por semana. Además nos contó también que ahora tanto ella como él, tienen horarios más claros en casa y ella tiene horarios determinados para compartir momentos uno a uno con él (y con su hermana). En esos momentos, ella aprovecha para enseñarle con el ejemplo y hacerle notar lo mucho que él le importa. Y, los resultados de estos pequeños cambios no se han hecho esperar. El niño, era otra persona: más seguro, más educado y más feliz. Lo mejor, es que si bien, nuestra amiga tuvo que disminuir un poco sus horas de trabajo, ella continúa trabajando. Así, que demuestra que, ¡Sí, se puede!
Luego de ver este cambio, me puse a observar a todos los niños y a sus madres (pues conocía a la mayoría) y me di cuenta que, efectivamente, mientras más metida es la mamá, mientras más comprometida está con la crianza de sus hijos, mientras más "lacra" con la educación es, los niños son, por decirlo de alguna manera, una "mejor" versión de sí mismos. Y no se trata acá de ser una empalagosa e impertinente mamá que no deja a sus hijos hacer nada. O de ser una metiche sin vida que anda atrás de ellos, pues muchas trabajan fuera de casa. Si no, simplemente de saber acompañar (en el significado total de la palabra) a nuestros hijos, guiarlos y sobre todo, educarlos.
Empecé a recordar a todos los hijos de amigas cercanas y parientes que tengo, y me di cuenta que mi teoría era efectivamente cierta: mientras más comprometida la mamá, mientras más metida en la crianza; más buen@ el hij@. Esas mamás, que están siempre presentes, EDUCANDO (y con mayúsculas porque ahora hay muchas mamás que están, sin embargo no educan - ver post acá). Esas mamás, que son unas "lacritas" porque están ahí adiestrando constantemente a sus hijos, tenían a los niños más centrados, más juicios y también los más seguros. Claro, que ser una "lacrita educadora" no es fácil. Asumir el compromiso de estar ahí para nuestros hijos siempre, es bastante trabajo. Pero, en mi opinión, vale la pena. Así, que a trabajar, porque si queremos hij@s buen@s, pues hay que ser unas "metidas".