Dicen que un bebé no necesita juguetes, ni uno sólo, teniendo manos y objetos que explorar y llevarse a la boca. La pequeña tiene ocho meses, el momento de proponerle nuestro cesto de los tesoros, ahora que ya se mantiene sentada perfectamente y sin ayuda y se entretiene mucho cogiendo fichas o piezas pequeñas, golpeando con ellas, chocándolas entre sí e intentando meterlas y sacarlas de recipientes más grandes.
Con el mayor no lo hice, pero con la nena tenía muchas ganas de preparar un cesto o panera en condiciones, con el que diera rienda suelta a sus ganas de conocer mundo y de llevarse a la boca todo lo que quiera. El cesto de los tesoros está indicado para bebés de entre 6 y 12 meses (momento en el que ya no quieren explorar lo que hay en una misma cesta, sino el resto del mundo, y en el que piden más movilidad) y es el paso previo al juego heurístico, una actividad de exploración, manipulación y clasificación básica para los bebés.
¿Qué es lo mejor del cesto? Simplemente verla tan absorta en la exploración de cada objeto, completamente concentrada durante largos ratos. Disfruto mucho acompañándola en cada descubrimiento nuevo. Me sonrío con las caras que pone al probar el sabor del metal o del cartón y admiro los esfuerzos que hace por buscar sus objetos preferidos y obviar los otros. Me maravilla pensar que detrás de cada mínimo movimiento sus manos ensayan el efecto pinza, su cerebro empieza a desarrollar una teoría del peso y la distancia de los objetos mientras su boca se habitúa a un tacto nuevo rugoso. Increíble, ¿verdad?
El nuestro incluye algunos objetos de madera, como la cuchara de palo, dos pinzas para la tender la ropa y un masajeador que tenía por casa. He metido dos nueces (bien lavadas) y una bola de mimbre decorativa que tenía como centro de mesa, además de un guante de crin que tenían mis padres sin usar y que por su aspereza tiene que ser muy interesante al tacto del bebé.
El cesto lleva también un rollo de cartón del papel higiénico, una madeja de lana que se quedó olvidada y sin tejer y unos pedazos de fieltro. He incluido también un pañuelo de gasa pequeño. Para el metal, he optado por un cortapastas pequeño y una cucharilla. Podría haber metido una flanera que tenemos sin usar, pero me daba miedo que se cortara con los bordes, así que lo he desechado.
El cesto puede incluir realmente casi cualquier cosa que tenemos por casa o en el jardín: una manopla para el horno, trozos pequeños de madera o de palos, cintas de lazo y pedazos de tela, cajitas de cartón, cadenas de metal, frascos de vidrio duradero con garbanzos, tapones de corcho, pompones de lana… En realidad, lo que se busca es reunir materiales de diferente origen, peso, tamaño, textura y sabor (al llevárselo a la boca) simplemente bien lavados y seguros para el bebé.
Si localizo unas varillas de metal pequeñas, se lo meteré también en el cesto. Sigo buscando un cepillo de madera para las uñas o una brocha buena que no suelte pelo para añadir, pero no me fío de lo que encuentro. Tampoco me atrevo a ponerle una esponja natural (un material buenísimo por las sensaciones que despierta), por si traga un trozo, o algo de cartón que pueda ablandar e ingerir. En realidad, el cesto de los tesoros es una actividad para hacer con supervisión, pero prefiero que explore materiales seguros para dejarla a su aire en algunos momentos o poder estar alrededor haciendo otras cosas con tranquilidad.
El cesto huye del plástico, un material que está por todos lados, sobre todo en los juguetes clásicos de los bebés. Con la nena he tratado de cuidar esto y de que explore y se entretenga con materiales más naturales, en la medida de lo posible. A pesar de ello, le sigue encantando el mando de la tele, como a su hermano y a la mayor parte de los bebés, y su termómetro de bañera, con forma de delfín. Y, por supuesto, es ciega a quitarle a su hermano sus dinosaurios y animales de plástico para llevárselos a la boca.
¿Tenéis cesto de los tesoros? ¿Qué juguetes le gustan más a tu bebé?
.