Ya llevábamos notando durante mucho tiempo que el niño estaba cansado por el día, tenía muchas ojeras y le costaba mucho despertarse por las mañanas o cuando terminaba la siesta. La profesora incluso nos llegó a comentar que un día estaba dormido en clase y unos compañeros le pisaron sin darse cuenta y ni se levantó. Además se solía hacer pis por las noches, hecho que nosotros achacábamos a que todavía es muy pequeño. Además los ronquidos iban cada vez en aumento y ya eran como de una persona mayor.
Primero fuimos al otorrino y nos dijo que probásemos a darle unas gotas con corticoides para ver si mejoraba, pero seguía igual.
La alarma saltó cuando, con dos años y medio, se le inflamaron las anginas y tuvimos que llevarle a urgencias porque casi no podía respirar: allí nos dieron un diagnóstico claro, teníamos que operarle de amígdalas y vegetaciones, ya que su tamaño impedía que le entrase el aire correctamente y a la larga podría tener consecuencias neurológicas, pulmonares y daños cardiacos.
Para comprobar que verdaderamente necesitaba la operación le hicieron un estudio del sueño. Le pusieron unos cables por toda la cabeza y le midieron una serie de indicadores: frecuencia cardiaca, fases del sueño, respiración… El diagnóstico fue el mismo: el niño necesitaba operarse porque no descansaba por la noche. En esa prueba salió que tuvo unos 40 micro despertares por la noche, algo muy elevado, según el médico. El niño por la noche no dormía bien y hacía un sobreesfuerzo al intentar respirar para que le entrase más aire. Sudaba mucho por el esfuerzo, gastaba más calorías (lo que hacía que estuviese más delgado de lo normal) y encima estaba todo el día cansado.
El médico nos dijo que con esta operación ganan mucho, claro pero es tu hijo y encima tan pequeño te da miedo meterle en un quirófano. También nos explicó que esa primera noche la pasaría en la UVI porque era mejor que estuviese controlado en todo momento. Lo primero que pensé es ¡un día sin verle, me puede dar algo!, pero luego en el hospital te dejaban estar con él, como ahora contaré.
Llegó ya el tan deseado día de la operación, que fue por la tarde, y me dejaron pasar con él hasta el quirófano. Le pusieron la mascarilla y se quedó dormido. Unos 40 minutos después vino el médico y nos dijo que todo había salido perfectamente y ya le llevaron para la UVI, donde pudimos estar todo el rato con él.
Más o menos 2 horas después se despertó (nos dijeron que hay niños que se despiertan mucho antes) y nos avisaron de que podía sangrar, que no nos preocupásemos. Él no sangró en ningún momento. A las 3 horas se tomó un zumo e hizo pis, y se fue despertando. Creíamos que pasaríamos toda la noche en la UVI, pero sobre las 11 nos llevaron a una habitación. Ya desde esa primera noche no roncó nada y solo se despertó a las 6 de la mañana porque le empezaba a doler.
El médico pasó por la mañana y nos dio el alta. También nos advirtió de que la fase de más dolor para el paciente es desde los días 5 al 10 de la operación. Que no le diésemos de comer cosas que pudiesen hacerle daño (como patatas fritas, pan..) y nos recetó unos supositorios de Nolotil para cuando se quejase.
Afortunadamente el niño se quejó apenas un par de veces y no tuvo esa "crisis" a partir del 5º día. Ha dejado de roncar totalmente y se nota que por las noches descansa muchísimo, vamos es un cambio espectacular.
¿Alguno de vuestros hijos ha tenido este problema? ¿Les han tenido que operar siendo tan chiquitines?
6 meses después..
Escribo después de 6 meses tras la operación, la verdad es que es lo mejor que pudimos hacer. El niño duerme toda la noche de un tirón, a veces se despierta solo una vez, se nota que descansa y le ha cambiado hasta el humor. Come mejor, ha engordado, y también ha crecido un poquito (no todo lo que esperábamos). Consultamos con un pediatra porque sigue siendo muy delgado y bajito y nos dijo que era normal que se hubiese detenido el crecimiento, ya que cuando tenía las amígdalas y las vegetaciones no le llegaba suficiente oxígeno (en los análisis le salía mayor cantidad de glóbulos rojos debido a esto, ya que al no tener tanto oxígeno “fabricaba” más glóbulos rojos para compensar ese déficit). Nos dijo que era normal y que al año notaríamos que había pegado un estirón, ya que solía ser igual en todos los niños que tenían esta patología.
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