Y a pesar de todo, la cuestión sigue ahí, como un rumor de fondo que no escuchamos hasta que las voces callan
. Caminando de noche tras otro día en el trabajo, de madrugada con tres copas y la mente agitada, en una biblioteca entre estudiantes a los que doblas la edad. El contexto cambia, la duda permanece. ¿Por qué todo esto? ¿Para qué tantas vueltas? La respuesta duerme en la cama de al lado, en esa criatura amada sin límites que crece y se aleja por momentos.
Y a pesar de todo, un día algo vuelve a recordarte que en nada quedarán tantas ilusiones y proyectos. Es hora de remar contra corriente y combatir miserias existenciales con optimismo suicida. Justo entonces, tu hija de dos años comienza a reclamar los motivos de todo y la historia vuelve a comenzar. La respuesta a tus dudas se convierte en una máquina que dispara ‘por qués’ a razón de diez veces por minuto. Te resignas a seguir en un mar de dudas y decides que tampoco está tan mal. Quizá seguir preguntándonos ‘por qué’ sea la prueba de que estamos vivos y no nos limitamos a dejarnos arrastrar por el imparable fluir de los días.