Muchas veces me ha preocupado el momento en que mis hijos lleguen a la pubertad. Un poco adelantada, lo sé, aun faltan unos cuantos años.
Lo que nunca me imaginé era que podía a llegar a tener un adelanto exclusivo a estas alturas de la vida de mi hijo.
4 años, aun es un bebé... O no...
La maestra de mi hijo mayor siempre repite que salita de 4 es una sala complicada, que a esa edad los niños se ponen rebeldes, que son como adolescentes.
Adolescentes. Parece exagerado. Sin embargo, si hacemos referencia a la rebeldía y la forma de comportarse, pareciera encajar perfecto.
Hace tiempo (exactamente, desde que quedé embarazada por primera vez), que estoy adherida al newlester de cierta página de maternidad, en el cual te mandan mails con la evolución de tu hijo, dependiendo de su edad. Y la descripción era exactamente esa: adolescencia infantil.
Una tiende a pensar que los berrinches y la lucha por el "yo sólito" se termina junto con los dos años. Pero no. Los berrinches tal vez sean más menos, pero más intensos. Y agravados por un grado de rebeldía y de imitotodoloquedecis. Si, el mayor ha traído del jardín esa costumbre de convertirse en mi grabadora que tanto me desespera cuando intento reprenderlo.
Y eso no es todo. El desafío a la autoridad se hace presente. Tipico de adolescentes. Si le digo que no lo haga, lo hará 10 veces y con una sonrisa burlona en el rostro.
El decide. Decide que necesita y que no. Y ni se te ocurra contradecirlo. El pequeño puerto ha sacado su muda de ropa de la mochila del jardín porque dice que no la necesita.
Claro, cuando le decís que no, se arma la tercera guerra mundial. Y empieza a decir que soy mala, que no me quiere... Y a desparramar amenazas: No voy nada al jardín, no voy a comer, no voy a salir de mi pieza.
Su vida social empieza a formarse. Sus compañeros de clases empiezan la ser sus amigos. Este es mi amigo, aquel no. Quiere ir a la casa de sus amigos, quiere invitar a sus amigos a casa.
Sus gustos empiezan a cambiar, de acuerdo a los gustos del mejor amigo de turno. Ahora le gusta el hombre araña, cuando hasta hace unos cuantos meses le tenía miedo.
De repente se vuelve más competitivo. Ahora le gusta el fútbol, grita los goles de River y hasta quiere patear una pelota.
De vez en cuando se pelea con algún amiguito. Suele pasar que se agredan verbalmente, aunque sea en chiste. Cabeza de hojalata, suele llamar mi hijo a sus amigos, cortesía de los ositos cariñositos.
Se atreven a desafiar reglas, a crear conflictos, a ver quien puede ser el líder.
Toda una etapa de rebeldía, sin dudas. Toda una adolescencia, para que la verdadera no me tome desapercibida.