Eso sí, no os penséis que estoy todo el día diciéndoselo aunque sea algo muy divertido porque no quiero desgastar la magia del momento… Es una sorpresa, un cambio de ritmo, una válvula de escape, un momento de descargar tensiones.
Hay un momento del día en el que parece que esta situación se está volviendo algo más habitual pero no por ello menos divertida: cuando hay que ir a la cama; tras lavarse los dientes emprendemos el camino hacia la habitación, solo o acompañado de su hermana y/o su madre… es ahí cuando empieza mi particular acoso diciéndole ¡Que te pillo! una y otra vez haciendo que le dé una risa floja. Como mucho será capaz de articular un ‘Pillo no’ (que te pillo no) entre carcajadas mientras va subiendo las escaleras a su ritmo.
Cuando llegamos a nuestra habitación, donde toma su última ración de leche materna, el juego cambia mientras la supermami se prepara… Toca esconderse y, cuando menos se lo espera, saltar a la cama para desencadenar unas risas nerviosas altamente contagiosas...
No son más de 5 minutos, pero son uno de los mejores ratos del día, es un momento de complicidad entre nosotros dos, en los que nadie más participa. Como ya dije en su día, la sonrisa de un niño es un bálsamo que deberíamos tomar cada día, y muchas veces nos viene bien tras algunos momentos
Muchos pensarán que no es una buena idea revolucionar así al HermanoMenor justo antes de irse a dormir. De hecho, yo también lo pensaba, pero resulta que no hay ningún problema. El pequeñajo sabe que cuando le digo Bona Nit se acaba el juego y es momento de irse a dormir. Y es algo que está muy claro. Nunca ha habido ningún problema con ello… es curioso.
Sólo de pensar en el momento, ya se me escapa la sonrisa, jeje.
Y vosotros ¿Tenéis algún momento desestresante como el que os acabo de contar?