Hay momentos delicados cuando uno se encuentra en inferioridad numérica respecto a sus hijos, sobretodo cuando ésta se da en un vestuario pero bueno, hoy no es ese el motivo de este post. Con más o menos fluidez acabamos todos en bañador, cada uno en la piscina que le corresponde y, un rato después, nos reencontramos en la ducha. Una vez estamos los 3 limpios y relucientes, toca
Bien, de una manera u otra (a veces es incluso sorprendente darse cuenta de que hemos llegado hasta ahí) alcanzamos a la última fase antes de salir a la calle: Peinar y secar el pelo a la HermanaMayor.
¿Parece algo de lo más tranquilo e inspirador, no? Pues deja de serlo cuando cada dos por tres tienes que ir a buscar al pequeñajo porque se escapa (lo que, a su parecer, es altamente divertido). Tras varios viajes, normalmente consigo
Un momento, es entonces cuando me doy cuenta: no estoy solo haciendo de peluquero. Y no es que seamos uno o dos a veces hemos llegado a coincidir unos cuantos. Nos he autodenominado Los padres del secador. Quizás sea una señal.
Después de que mis poderes mentales fallaran y tuviera que estar
Yo creo que sí, es una señal que Los padres del secador existamos. Y sí, aún queda mucho por hacer. Sigamos avanzando, paso a paso, por una sociedad más igualitaria.