Llevo unos días bastante entretenida. No me falta de nada: casa, trabajo, taller de coche y los dos últimos días cuando termino mi jornada laboral me voy al camping o a la piscina, en el mejor de los casos. La piscina lo llevo mejor, pero el camping, ¡qué pereza! Que si la recepción, que si no funciona la ducha, que monta la tienda de campaña, ahora la caravana... Menos mal que todo cabe en la alfombra de la habitación de la Princesa, alfombra que por cierto necesita un buen fregado. Porque no estoy hablando de otra cosa que de el maravilloso mundo Playmobil. Pues si, llevamos unos días intensos de monta, desmonta y juega.
Y ayer mientras intentaba doblarme para no aplastar a los campistas (ríete tú de las asanas avanzadas del yoga), mientras ponía la voz de bebé Playmobil oí una voz en mi interior que me decía: ¡qué fácil es tener hijos y qué difícil ser padre! ¡Y qué razón tiene mi subconsciente! Pero que pena esos padres que tienen hijos sin más. Esos padres que apenas saben los nombres de los amigos de sus hijos; que pudiendo, no participan en las actividades del colegio y sin poder ni preguntan al pequeño por ellas; esos padres que nunca le han cantado a su hijo, ni les ha contado un cuento, ni una historia. Esos padres que no se involucran en la vida de su hijo. Y digo involucrar no dirigir, ni controlar, ni supervisar...
Si, ser padres a veces es una auténtico
No soy el ejemplo de nada ni de nadie, ni lo quiero ser, pero en esta semana si que me siento orgullosa de que la Princesa termine el día diciendo: mami, que bien nos lo hemos pasado hoy.
¡¡FELIZ JUEVES!!