Primero convendría aclarar que éste no es un post para buscar un matrimonio de conveniencia para nuestra pequeña saltamontes. Ni mucho menos. A fecha de hoy ya hemos recibido algunas ofertas al respecto, pero hasta el momento las dotes que ofrecen los padres de los pretendientes no se acercan al montante que teníamos fijado desde un principio para cerrar la operación. Y no es que queramos hacer negocio con nuestra bebé. Sólo buscamos lo mejor para ella…
El asunto es que con apenas poco más de dos meses de vida, en Mara intuyo comportamientos y actitudes propios de alguien más mayor. Supongo que serán fruto de la casualidad. O de mi inquieta imaginación (apuesto a todo o nada por esto último). Pero lo cierto es que me gusta imaginarme qué se esconde detrás de algunas de sus acciones (Por ejemplo cuando se ríe a pierna suelta mientras duerme. ¿Será sólo que está a gusto o es que su pequeño cerebro ya procesa algún sueño relacionado con sus escasas vivencias?).
Una de esas acciones que disparan mi imaginación sucede cuando le cambio al pañal. Digamos de antemano que el cambiador es el lugar en el que más feliz se encuentra nuestra fofucha (así nos ha dado por llamarla ahora). Allí se estira, se mueve y se ríe sin parar. Pero cuando me toca cambiarla a mí, su risa es diferente. Se ríe como de lado. Con una mezcla entre pillería y condescendencia hacia su papá en prácticas. Como diciendo: “Míralo que entrañable. No tiene ni idea y está más agobiado que Spiderman en un solar, pero el hombre lo intenta con todo su cariño…”.
El último de esos comportamientos (¿imaginados?) tuvo lugar ayer por la noche. Supuestamente, sobre las 21:00 horas, debíamos estar en Madrid para asistir a la presentación de Rouge (Amagord Ediciones), el primer poemario de Pilar Cámara, (querida tía de Mara y tan buena escritora -os recomiendo encarecidamente su blog y su poemario- como persona). Sobre las 20:00 horas, sin embargo, la peque, después de pasarse todo el día dando guerra, decidió dormirse. Y cuando se despertó sobre las nueve, lo hizo llorando a moco tendido. Y ya no hubo manera de calmar su desconsolado llanto hasta eso de la medianoche. Lo mejor de todo, no obstante, es el cómo (lo conseguimos).
Apoyamos a Mara sobre uno de los cojines de la cama. Incorporada. En la tele emitían ¿Quién quiere casarse con mi madre?. Convendría explicar que en casa rechazamos de plano la telebasura (Grandes Hermanos, realities varios, debates políticos con Paco Marhuenda…), pero ¿Quién quién quiere casarse con mi madre? y sus hermanos ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Granjero busca esposa son sagrados. Será esa mezcla entre humor y vergüenza ajena. O será que es el mejor programa para olvidarse de todo y dejar la cabeza en blanco. Pero lo cierto es que nos chifla. Y a Mara al parecer también. Embobada se quedó ante la caja tonta. Y si su madre se ponía delante del televisor, un gritito agudo para que se quitase. “Que la carne de burro no transparenta”, me pareció escucharle entre dientes (entre encías en su caso). Y mientras las candidatas elegían a su pretendiente, la pequeña parecía entablar un debate consigo misma. Venga al murmullo. Como reprochándolas o felicitándolas por su decisión. Así hasta que se olvidó de que hacía apenas unos minutos estaba llorando como si no hubiese mañana y se durmió como un angelito. Y del tirón hasta las siete de la mañana.
No tengan en cuenta sus lloros a la hora de hacer las ofertas de matrimonio. Son muy puntuales. Casi esporádicos. ¿Quién quiere casarse con…¡Mi Bebé!?
PD: Sobra decir que al final no pudimos asistir a la presentación de ‘Rouge’ de Pilar Cámara. Desde aquí mis más sinceras disculpas. Nos hacía mucha ilusión (Imagino que tanto como a ella) estar allí. Desde aquí me gustaría desearle todo el éxito con su poemario (seguro que el primero de muchos). Muchos escritores merecen esa suerte y ese éxito. Pero ella más que nadie.