Tuve la gran suerte, de que la familia del padre de las criaturas es exactamente igual, hay días especiales durante las Navidades, pero el día de Reyes es el más especial. Así que no ha habido problemas ya que a ambos nos gusta ese día y desde el principio lo hemos vivido intensamente. Cuando llegaron los niños ya fue la bomba.
Recuerdo la primera Cabalgata de Primogénito, él como único niño, poco más de un año, rodeado de mayorones y se pasó toda la cabalgata mirando a un lado y a otro viendo como sus padres, tíos, amigos chillaban como locos, para él fue más llamativo el espectáculo que estábamos dando nosotros que la propia cabalgata, para que os hagáis una idea...
Y poco a poco fueron llegando más niños a la familia, así que la tarde del día 5 se convirtió en tradición merendar el roscón en casa de A. todos y luego bajar a ver la cabalgata, todos los años en el mismo punto donde nos juntábamos con más amigos. Hasta hoy. De cada año guardo recuerdos de esa tarde, quizás el más gracioso, fue el año que Peque, con 10 años, no quiso escribir la carta a los Reyes y llevársela a Aliatar "si los Reyes son Magos saben lo que pido y no necesitan la carta", ella como siempre en su estilo, estamos viendo la cabalgata y de pronto al paso de Aliatar, Peque sale disparada hacia él para darle la carta en la mano, debió pensar "a ver si por no darle la carta me quedo sin regalos" . Bendita inocencia.
Este año, como no podía ser de otra manera, a sus 17 años, cuando se levanta el día 5 ya está histérica perdida, se pone igual de nerviosa que cuando tenía 7. Pero no es la única, LaMediana atacada de los nervios totalmente, y así entre nervios, risas nerviosas, cabalgata, pasan el día. Peque lleva varios años que va a la verbena del Tenis (este año es la última, como la del año pasado, imagino) y cuando llega a casa a las tantas tengo que casicasi atarla y subirla a la habitación sin que mire por las puertas del salón "sólo déjame ver si hay muchos paquetes". Este año conseguimos que hasta casi las 10 aguantasen en la cama, ya que hasta las 12 no teníamos que ir a casa de los titinos, la primera en levantarse fue LaMediana que a gritos de "rápido Peque que hay muchos paquetes" levantó a sus hermanos rapidamente. Porque hay una cosa clara, mientras no estemos todos no se abren las puertas del salón. Ver sus caras de felicidad abriendo paquetes como locos, igual que cuando eran pequeños es el mejor regalo que podemos tener, la misma ilusión, la misma felicidad. Tras el desayuno en familia, el último ya que al día siguiente Primogénito se iba de nuevo, pasamos a casa de los abuelos, con los regalos que han dejado en cada casa para los primos, donde allí y sin pasar de la cocina, todos esperamos hasta que estamos todos para pasar en riguroso orden, la más pequeña primero, al salón para descubrir qué han dejado los Reyes. Gritos, carreras, risas, muchos nervios, abriendo paquetes, primero los niños, luego los mayores. A continuación fuimos a casa de los otros titos (mis padres), este año además de los paquetes que habían dejado los Reyes en casa para ellos, llevamos otro paquete, a Nuka, allí más paquetes. Por la tarde volvimos para casa, ellas encantadas con tanto paquete, haciendo recuento de tooodooo lo que les habían traído los Reyes. Primogénito un poco de bajón, ya que le tocaba hacer la maleta. Y entre tanto papel y tanto paquete Nuka brincando como una posesa.
La verdad es que me siento afortunada porque a mis hijos les guste tanto el día de Reyes y a pesar de la edad, sigan viviendo ese día con toda la emoción y los nervios de la infancia.