El verano ha sido una dura prueba para ver si podía controlarme sin perder los nervios con los niños y el marido. Todos en casa juntos pero no revueltos, o ese era el plan.
“Rinoceronte Naranja” en verano
Yo me paso el año deseando que lleguen las vacaciones para poder disfrutar y descansar con la familia, y al día siguiente ya estoy esperando que empiece la “vuelta al cole”.
En nuestro caso viajar a España en verano no nos ayuda mucho. Si bien estamos deseando ver a los amigos, a la familia, la playita, … en cuanto los niños están con los abuelos la transformación es instantánea. No hay niños más consentidos en el planeta que mis hijos.
<Yo me sé de uno que se pasó la tarde con los abuelos, en vez de venir con nosotros a tomar un helado, porque no paraba de molestar. Y cuando le recogimos le habían comprado 2 regalos. Él más feliz que unas pascuas me decía: ¿mañana si no me porto bien me voy otra vez con los abuelos?>
Y no me mal interpretéis, los abuelos están para eso, para disfrutar de ellos sin obligaciones de educarlos, pero claro a los padres luego nos cuesta más controlarlos.
Pero luego llega la otra parte … cuando nos tenemos que ir de España. Quieras que no tener que separarse de la familia y amigos les cuesta mucho. Y aunque teníamos organizada la segunda parte de las vacaciones en Gales y se lo iban a pasar genial, no estaban muy conformes con volver al Reino Unido y nos lo hicieron saber de una forma muy notoria.
En fin, que sí, que perdí los nervios más de una vez y se esfumó la paciencia. Que me fue muy difícil controlar la situación cuando la tensión entre hermanos aumentaba mientras se peleaban por la silla en la que sentarse a cenar. Un auténtico desastre.
Pero de repente un día presencié algo bochornoso que me dio que pensar.
¿Cómo queremos que traten nuestros hijos a los demás?
< Y ahí estaba yo en la piscina del apartamento escuchando a una mujer como gritaba a una abuela (al parecer su madre) delante de todo el mundo. Echándole en cara que le había pedido que trajera algo de comer para tomarse un aperitivo (galletas, aceitunas, un paquete de papas) y sólo había traído un paquete de ganchillos.
Que se estaba muriendo de hambre (esto lo decía con ansia, como si llevara varios días sin comer) y la “pobre” abuela (a la que le llamó de todo menos bonita) tan insensible le había traído justo lo que ella no quería. >
Vergüenza me dio escuchar a la mujer gritarle así a su madre delante de sus nietos, de los amigos y de los desconocidos que estábamos cerca.
Al margen del hecho que fue penoso, me pregunté cómo era posible que esa familia llegara a ese nivel de hostilidad, en qué momento el reproche y los gritos era una forma de comunicarse. Porque me imagino que para faltarse el respeto de esa manera, ya lo habían hecho antes muchas veces.
Está claro que cuando gritamos a nuestros hijos en el día a día es que estamos cansadas, desbordadas, o que lo que ocurrió en ese momento fue “la guinda del pastel”. Pero si yo no quiero que ellos hablen así, si no quiero que se falten el respeto o que me lo falten a mí cuando estén cansados, frustrados o hartos porque otro niño les molestó, … yo tampoco debo hacerlo. No puedo pedirles que hagan lo que yo no hago.
No les hables con el imperativo
Una vez en el parque le comenté a una amiga lo harta que estaba de que mis hijos no me hicieran caso, que me pasaba el día gritándoles diciéndoles “¡Noooo, deja eso!, ¡Chicoooos!, tenemos que irnos, …” y no había manera de que obedecieran. Ella me contestó que tenía que hablarles de forma seria y con mucha autoridad, así: “¡JUANA, ven aquí!”
Y fue efectivo, la niña dejo inmediatamente lo que estaba haciendo y se acercó con cara de susto. A mi me pareció que si en vez de llamarle Juana le llama Chuski se había acercado el perro de la vecina y se hubiera puesto en posición de sumisión.
¿Es necesario comunicarnos con nuestros hijos como si estuvieran haciendo el servicio militar? ¿Quieres que tu hijo viva en un ambiente de ordeno y mando? ¿Crees que es bueno que un niño obedezca sin rechistar a los adultos? ¿Qué pasa si alguna vez el adulto les pega unos gritos y quiere hacer algo inapropiado? Como les habrás enseñado a obedecer no se atreverán a cuestionar lo que están haciendo.
Pues yo prefiero que comprenda lo que estoy diciendo, hablar con él, y razonarle. Algo mucho más complicado, porque supone estar cerca del niño, tener paciencia y enseñarle, que pegar 4 gritos y esperar que nos obedezcan inmediatamente.
Como ya os he contado que es algo dificilillo y hay meses que me cuesta horrores, he buscado material que me pudiera ayudar. Y como caída del cielo encontré esta web de pedagogía blanca, tienen escritos un montón de posts de educar sin gritar (os dejo aquí uno de ellos), incluso organizan un cursos on line interesantísimos (yo ya he hecho uno).
Bueno esta ha sido mi experiencia con el reto del Rinoceronte Naranja este verano. Ojalá me pudiérais contar que tal va vuestro reto.
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