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Como padres tenemos muchas responsabilidades y queremos lo mejor para nuestros hijos, pero muchas veces no sabemos qué hacer, estamos perdidos y nos desesperamos intentando cambiar a nuestros hijos, cuando lo más fácil es que cambiemos nosotros. Pero ¿qué es lo que tenemos que cambiar en nosotros para mejorar?, ¿dónde está nuestro punto débil? y ¿dónde podemos mejorar?.
Todas estas preguntas tienen fácil respuesta si sabes qué tipo de padre o madre eres, lo explico abajo. Pero esto no significa que haya solo un tipo de padres perfectos ni mucho menos y que el resto sean imperfectos. No hay una única manera perfecta de ser padres. Aunque sí podemos mejorar aspectos en nosotros de los que quizás no somos demasiado conscientes para que las piezas encajen.
Como digo siempre es importante mantener nuestra esencia, conseguir un equilibrio, seguir nuestro instinto y "pensar con el corazón", no sólo podemos pensar con la cabeza.
Desde que hice el curso Atrévete a educar sin castigos de Nuria y ahora que estoy haciendo mi formación como coach para familias, cada vez tengo más claro que lo primero que debemos hacer es mirar nuestro ombligo, ver cómo actuamos nosotros, qué hacemos y no hacemos, qué es lo que mostramos a nuestros hijos o queremos mostrar y qué es lo que realmente ellos ven de nosotros. Primero esto y luego ya podemos valorar lo desobedientes que son nuestros hijos o lo mal que se portan.
En una de las primeras clases nos enseñaron que hay cuatro grandes grupos en los que podemos situarnos como padres y si sabemos como somos, podemos decidir si queremos seguir así, si queremos cambiar o si queremos mejorar. Siempre podemos hacer algo.
Podemos ser padres indiferentes, democráticos, autoritarios o permisivos.
Ser un tipo de padre indiferente significa que tenemos mucho trabajo que hacer con nosotros mismos. Seguramente esto sea porque en nuestra vida hemos crecido con muy poco apego, siendo muy independientes y con límites casi inexistentes, o los existentes creados incluso por nosotros mismos por cuestión de lógica. Como padres nos resulta muy difícil acompañar a nuestros hijos en su crecimiento. Nuestros hijos se sentirán muy frustrados y perdidos recibiendo una crianza apenas sin nuestra participación. Crecerán sin muestras de apego y de cariño por nuestra parte ya que básicamente lo que cubrimos no va mucho más allá de sus necesidades básicas. Son niños que crecen con miedo, con una muy baja autoestima. En su vida adulta es muy posible que sean personas desconfiadas que estén siempre a la defensiva. Cabe la posibilidad que sean niños más agresivos.
Como padres democráticos demostramos mucho afecto y cariño a nuestros hijos, nos implicamos en sus juegos, hacemos planes juntos haciéndoles saber lo importantes que son. Lo damos todo por ellos y mantenemos el control siendo firmes pero amables. Les enseñamos los límites y normas y les hacemos partícipes de ellas. Nuestros hijos son capaces de tomar decisiones y su autoestima es muy buena. El día a día, puede ser más complicado porque son niños muy despiertos que no se conforman fácilmente y luchan por lo que quieren. No son niños sumisos. Son niños con mucha seguridad.
Como padres autoritarios, básicamente lo que queremos es tener un ejército de soldaditos en casa a los que manejar a nuestro antojo. Apenas demostramos afecto ni amor a nuestros hijos y nuestro nivel de exigencia es altísimo con ellos. Nuestros hijos suelen ser obedientes y sumisos, aceptando todo lo que lo que les "ordenamos" nosotros y cualquier otra persona. Son niños a los que les cuesta mucho decidir por ellos mismos, están acostumbrados a obedecer órdenes, no están acostumbrados a tomar decisiones y tienen una autoestima muy baja.
Por último estamos los padres permisivos que tenemos hijos que tienen todo tipo de juguetes, a los que nunca les negamos nada y a los que no ponemos ningún tipo de límites. Son niños que se sienten queridos y por ello tienen una buena autoestima pero al no encontrarse con ningún limite y disponer de todo, les va a costar mucho hacer frente a problemas cuando se encuentren con los límites que ofrece la vida y los problemas con los que nos encontramos cada día. Nosotros acabamos agotados al final del día porque no sabemos qué hacer para que tener un momento de tranquilidad en el que no sea una batalla perdida cualquier momento, como el de ponerse unas simples zapatillas para salir.
Como padres democráticos demostramos mucho afecto a nuestros hijos, les damos amor, cariño, los acompañamos, les enseñamos límites y educamos siendo firmes y amables.
Como padres autoritarios apenas demostramos afecto ni amor a nuestros hijos y nuestro nivel de exigencia es altísimo. Los límites se imponen y se ordenan.
Como padres permisivos el afecto y el amor que demostramos a nuestros hijos es como es muy alto pero no ponemos ningún límite, no enseñamos a nuestros hijos.
Como padres indiferentes apenas demostramos afecto y no existen los límites, no nos involucramos en su educación y crecimiento.
¿Con qué tipo de padre te identificas más? Es posible que estés a medio camino entre un tipo y otro pero conocerlo te dirá en lo que puedes mejorar y logres un equilibrio.
¿Qué puedes mejorar como padre o como madre?
¿Cómo lo vas a hacer?
¿Cuándo lo vas a hacer?
Si te comprometes a escribir estas respuestas en una libreta tranquilamente y siendo sincero, seguro que te darás cuenta de cosas muy básicas que pueden hacer mejorar tu relación y te harán sentir mucho mejor contigo mismo.
No hay nada perfecto ni nada que no lo sea, todo podemos mejorarlo encajando las piezas.
No es cuestión de ser padres modélicos sin salirnos nunca de las normas, es una cuestión de equilibrio y de encajar las piezas.
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