Alrededor de 466 millones de personas en todo el mundo padecen pérdida de audición discapacitante, y de ellos 34 millones son niños.1
Se calcula que, en 2050, más de 900 millones de personas —es decir, una de cada 10— sufrirá una pérdida de audición discapacitante.
La pérdida de audición no tratada genera importantes costos asociados en sectores como la salud, la educación y el empleo, así como otros costos derivados de la pérdida de productividad.
El 60% de los casos de pérdida de audición en niños se deben a causas prevenibles.
1100 millones de jóvenes (entre 12 y 35 años de edad) están en riesgo de padecer pérdida de audición por su exposición al ruido en contextos recreativos.
La situación de las personas que padecen pérdida de audición mejora gracias a la detección temprana, a la utilización de audífonos, implantes cocleares y otros dispositivos de ayuda, así como con el empleo de subtítulos, el aprendizaje del lenguaje de signos y otras medidas de apoyo educativo y social.
Aproximadamente una tercera parte de las personas mayores de 65 años padece pérdida de audición discapacitante. La máxima prevalencia en ese grupo de edad se registra en Asia meridional, Asia-Pacífico y el África subsahariana.
Pérdida de audición y sordera
Se dice que alguien sufre pérdida de audición cuando no es capaz de oír tan bien como una persona cuyo sentido del oído es normal, es decir, cuyo umbral de audición en ambos oídos es igual o superior a 25 dB. La pérdida de audición puede ser leve, moderada, grave o profunda. Afecta a uno o ambos oídos y entraña dificultades para oír una conversación o sonidos fuertes.
Las personas duras de oído son personas cuya pérdida de audición es entre leve y grave. Por lo general se comunican mediante la palabra y pueden utilizar como ayuda audífonos, implantes cocleares y otros dispositivos, así como los subtítulos. Para las personas con una pérdida de audición más acusada pueden ser útiles los implantes cocleares.
Las personas sordas suelen padecer una pérdida de audición profunda, lo que significa que oyen muy poco o nada. A menudo se comunican mediante el lenguaje de signos.
Causas de la pérdida de audición y la sordera
Las causas de pérdida de audición y sordera pueden ser congénitas o adquiridas.
Causas congénitas
Las causas congénitas pueden determinar la pérdida de audición en el momento del nacimiento o poco después. La pérdida de audición puede obedecer a factores hereditarios y no hereditarios, o a complicaciones durante el embarazo y el parto, entre ellas:
rubéola materna, sífilis u otras infecciones durante el embarazo
Bajo peso al nacer
asfixia del parto (falta de oxígeno en el momento del parto);
uso inadecuado de ciertos medicamentos como aminoglucósidos, medicamentos citotóxicos, antipalúdicos y diuréticos
Ictericia grave durante el período neonatal, que puede lesionar el nervio auditivo del recién nacido.
Causas adquiridas
Las causas adquiridas pueden provocar la pérdida de audición a cualquier edad.
Algunas enfermedades infecciosas, como la meningitis, el sarampión y la parotiditis
La infección crónica del oído;
la presencia de líquido en el oído (otitis media)
El uso de algunos medicamentos, como los empleados para tratar las infecciones neonatales, el paludismo, la tuberculosis farmacorresistente y distintos tipos de cáncer
Los traumatismos craneoencefálicos o de los oídos;
la exposición al ruido excesivo, por ejemplo en entornos laborales en los que se trabaja con maquinaria ruidosa o se producen explosiones
La exposición a sonidos muy elevados durante actividades recreativas, como el uso de aparatos de audio personales a un volumen elevado durante períodos prolongados de tiempo, o en bares, discotecas, conciertos y acontecimientos deportivos
El envejecimiento, en concreto la degeneración de las células sensoriales; y la obstrucción del conducto auditivo producida por cerumen o cuerpos extraños
En los niños, la otitis media crónica es una causa común de pérdida de audición.
Consecuencias de la pérdida de audición
Consecuencia funcional
Una de las principales consecuencias de la pérdida de audición es la limitación de la capacidad de la persona para comunicarse con los demás. En los niños con pérdida de audición desatendida, el desarrollo del habla se suele retrasar.
La pérdida de audición y las enfermedades del oído desatendidas, entre ellas la otitis media, pueden tener efectos muy perjudiciales en el rendimiento escolar de los niños. Las personas afectadas suelen tener mayores índices de fracaso escolar y necesitan más asistencia educativa. Para una experiencia de aprendizaje óptima es importante que los niños tengan acceso a unos ajustes adecuados, los cuales no siempre están disponibles.
Consecuencias sociales y emocionales
Los problemas de comunicación pueden tener efectos importantes en la vida cotidiana y generar sensación de soledad, aislamiento y frustración, sobre todo en las personas mayores que padecen pérdida de audición.
Prevención
En general cabe presumir que la mitad de los casos de pérdida de audición pueden prevenirse a través de medidas de salud pública.
En los menores de 15 años, el 60% de los casos de pérdida de audición son atribuibles a causas prevenibles. La proporción es mayor en los países de ingresos bajos y medios (75%) que en los de ingresos altos (49%). En general, las causas prevenibles de la pérdida de audición en niños son:
Infecciones como la parotiditis, el sarampión, la rubéola, la meningitis, las infecciones por citomegalovirus y la otitis media crónica (31%)
Complicaciones al nacer como asfixia del parto, bajo peso al nacer, prematuridad e ictericia (17%)
Uso de medicamentos ototóxicos en embarazadas y lactantes (4%)
Otras causas (8%).
Algunas estrategias simples para prevenir la pérdida de audición incluyen:
vacunar a los niños contra las enfermedades de la infancia, en particular el sarampión, la meningitis, la rubéola y la parotiditis
administrar la vacuna contra la rubéola a las adolescentes y las mujeres en edad fecunda, antes de que queden embarazadas
prevenir las infecciones por citomegalovirus en mujeres embarazadas mediante una higiene correcta; efectuar pruebas para detectar y tratar la sífilis y otras infecciones en las embarazadas
fortalecer los programas relativos a la salud materna e infantil, incluida la promoción de los partos sin riesgos;
seguir unas prácticas correctas de atención otológica;
en los niños, realizar pruebas de detección de la otitis media y llevar a cabo las intervenciones médicas o quirúrgicas que convengan
evitar el uso de algunos medicamentos que puedan ser nocivos para la audición, a menos que sea prescrito y supervisado por un médico
remitir al servicio pertinente a los bebés que presentan riesgos altos (por ejemplo, los que tienen antecedentes familiares de sordera, los que han nacido con bajo peso o han sufrido asfixia del parto, ictericia o meningitis) a fin de someterlos a una evaluación y diagnóstico tempranos y garantizar que se les dispensa el tratamiento adecuado, según proceda
reducir la exposición a ruidos fuertes (tanto en el trabajo como en las actividades recreativas) mediante la sensibilización de la población sobre los riesgos que acarrean; promulgar y aplicar legislación apropiada; y fomentar la utilización de dispositivos de protección personal como los tapones para oídos y los audífonos y auriculares que amortiguan el ruido ambiental.
Fuente: Organización Mundial de la Salud.
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