Se entiende por apego la estrecha vinculación emocional que el niño y la niña establece con aquellas personas de su entorno que más directamente interactúan con él o ella, generalmente las que le cuidan y satisfacen sus necesidades.
Fruto de esa vinculación es el lazo invisible que le empuja a buscar su compañía y que perdura a lo largo del tiempo.
Ese fuerte vínculo afectivo que tenemos con algunas personas nos lleva a sentir placer y alegría cuando estamos con ellas y su cercanía nos alivia en momentos de estrés.
Teoría conductista
Los conductistas creen que las conductas de apego son aprendidas y que este aprendizaje empieza desde los primeros cuidados que le prodiga la madre y el padre.
Cuando ésta acude a satisfacer la necesidad de comer del niño y la niña o le proporciona cualquier otro tipo de cuidado, el niño y la niña asocia el bienestar consiguiente con la madre y el padre.
A medida que esto se repite, el niño y la niña irá estableciendo un vínculo especial con ella y con él, como la figura que satisface sus necesidades y le libera de las tensiones.
Dentro del conductismo, se ha explicado también la creación del vínculo de apego por el aprendizaje que se produce mediante el condicionamiento operante, consistente en el uso de refuerzos y castigos.
Cuando el bebé mira, sonríe y busca la cercanía de la madre y del padre, ésta refuerza la conducta del hijo/a respondiendo con sonrisas, caricias, abrazos y vocalizaciones. Este ciclo se va repitiendo hasta crear una fuerte relación de apego.
Para los conductistas, la situación de alimentación, con el conjunto de estímulos que la acompañan (caricias, sonrisas, palabras afectuosas, etc.), juega un papel central en la relación bebé-madre-padre y muy concretamente en el establecimiento del vínculo de apego.
El niño y la niña ve reforzado ese vínculo cada vez que su necesidad de alimentación es satisfecha por la madre y el padre.
La situación de alimentación sería la principal circunstancia que explicaría la creación del apego entre el hijo y la madre.
Esta explicación fue prevalente en los años cincuenta del siglo pasado (Sears, Maccoby y Levin, 1957). Posteriormente, los conductistas comprobaron que el vínculo de apego no dependía sólo de la satisfacción del hambre, ya que el vínculo también se creaba entre el bebé y otros miembros de la familia que raramente le alimentaban, como el padre, los hermanos y los abuelos (Shaffer, 2002).
Asimismo, observaron que los bebés que duermen solos y que experimentan separaciones diarias y frecuentes de sus padres y madres, algunas veces desarrollan un lazo emocional fuerte con un muñeco u otro objeto que parace actuar como fuente de seguridad en sustitución de las personas.
Teoría etológica de Bowlby
Esta teoría enfatiza que los bebés están biológicamente preparados para contribuir activamente al establecimiento de vínculos con las personas que les rodean.
En la actualidad, la teoría etológica es la explicación más aceptada del vínculo emocional que se crea entre el niño o la niña y el adulto.
John Bowlby (1976, 1995), psicólogo londinense, señala que muchas conductas humanas han evolucionado a lo largo de la historia facilitando la supervivencia de la especie. Este es el caso del apego.
Bowlby cree que los bebés, como cualquier otra especie animal, están dotados de una serie de fuerzas internas que hacen que el padre o la madre se mantenga siempre cerca, lo que cumple la función de protegerle del peligro.
De acuerdo con este autor, la relación del niño y la niña con un adulto empieza con una serie de señales innatas que llaman al adulto hacia el bebé.
El niño o niña nace con una serie de conductas (la succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto) cuyo fin es provocar respuestas concretas en sus cuidadores.
Buscan mantener la proximidad con la figura de apego, resistente a la separación (ansiedad de separación), y utilizar la figura de apego como base de seguridad desde la que exploran el mundo.
A lo largo del tiempo, se desarrolla un vínculo afectivo, apoyado por nuevas capacidades cognitivas y emocionales. El apego tiene fuertes raíces biológicas y se puede entender mejor dentro de un marco evolutivo en el que la supervivencia de la especie es de primerísima importancia.
El contacto en la situación de alimentación tiene mucha importancia para el vínculo de apego, pero, según Bowlby, la situación de alimentación no es la base principal del apego, como proponen los conductistas.
Lo más relevante de su aportación a la investigación sobre el desarrollo de la afectividad infantil se resume en cuatro sistemas de conductas relacionados entre sí:
El sistema de conductas de apego, se refiere a la relación de conductas que aparecen en el bebé para el mantenimiento de la proximidad y el contacto con las figuras de apego: sonrisas, lloros, contactos táctiles, etc.
El sistema de exploración, está íntimamente relacionado con el anterior, ya que cuando aparecen las conductas de apego, disminuye la exploratoria del entorno.
El sistema de miedo a los extraños. Ante la aparición de un extraño disminuyen las conductas exploratorias y aumentan las conductas de apego.
El sistema afiliativo, se refiere al interés que muestran los seres humanos por relacionarse con otras personas, incluso con quienes no se han establecido afectivos.
La activación, desactivación, intensidad y morfología de estas conductas depende de distintos factores contextuales e individuales.
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