Uno de los libros que más me gusta de nuestra librería es ‘El monstruo de colores‘ de Anna Llenas, un cuento perfecto para niños de dos o tres años en el que aprenden a poner nombre a las emociones que sienten. Algo que puede parecer que se aprende solo, pero que es muy importante, más aún con niños que todavía no hablan, como es nuestro caso.
Lo descubrí en una librería y me enamoró desde el primer momento, y aunque no es el cuento favorito de mi hijo, siempre que lo leemos me sorprende con alguna conclusión interesante sobre cómo se siente, expresando cosas que sin este libro se habrían quedado sin decir. Sólo por eso, ya merece la pena.
En el libro se explican cinco emociones sencillas y básicas: alegría, tristeza, rabia, miedo y calma, cada una con un color muy representativo (amarillo, azul, rojo, negro y verde). Esta asociación de ideas funciona muy bien con niños pequeños, a quienes se les puede explicar qué sensaciones nos transmite cada color. Es, además, una vinculación de ideas que tenemos muy interiorizada y que hemos visto otras muchas veces, como en la película ‘Inside Out’, por ejemplo, donde los colores de las emociones protagonistas coinciden (salvo asco, que allí es verde y en este libro representa la calma y tranquilidad).
No dejo de recomendar este libro porque, además de bonito (preciosas las ilustraciones y la idea de diseño de fondo) tiene muchísimas posibilidades, como las que propone Pequefelicidad en este post con actividades. Existen, por cierto, audiocuentos del libro y uno en formato pop-up que me parece casi una obra de arte (regalazo para Navidad, ¿verdad?).
Pero para ahondar más en el tema y en los rasgos faciales de cada sentimiento o emoción, hace poco me saqué de la manga un juego de las caras, una versión del Mr Potato pero en papel, más sencilla pero bastante efectiva. Es algo tan simple como dibujar una cara sobre la que se pegan ojos tristes, contentos o asombrados con sus correspondientes bocas. A partir de aquí, se pueden hacer muchas combinaciones y variantes.
Dibujé un niño en cartulina que se le pareciera (el color de pelo, principalmente, y vestido con una camiseta roja, su color favorito) para irle pegando otras piezas recortadas en cartulina con ayuda de celo. Lo del bigote es de nuestra cosecha, pero le llaman tanto la atención que no podía dejar de dibujarlo. Por cierto que todas las caras que inventa llevan ya bigote.
De esta manera, le pregunto cómo está el niño cuando se siente triste, contento, asombrado o simplemente dormido y él va colocando las piezas. Generalmente pone los ojos al revés o la boca en otro sitio, pero esto también es parte del aprendizaje. Incluso cuando coloca dos pares de ojos, el resultado es divertido.
No sé si la cartulina durará mucho, pero de momento nos está dando juego. Bien planteado, y con fichas de goma eva o fieltro y otro sistema de pegado, como velcro, sería ya de diez
¿Qué os parece esta idea? ¿Cómo trabajáis las emociones con vuestro peque?
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