Ver el mundo a través de los ojos de un niño es una experiencia increíble. Desde que decidí cambiar, criar a las niñas “a mi manera”, sin castigos, sin gritos, sin amenazas ni chantajes, explicándoles las cosas una y otra vez, ….veo las cosas de forma diferente. Ahora me doy cuenta que las escucho mucho más que antes.
Ellas tienen voz y voto en la familia, toman sus propias decisiones siempre que es posible. Y por eso, las escucho más. Escucho los motivos por los que piden algo, que han aprendido a argumentar. Escucho sus preocupaciones, miedos e historias inventadas. Me maravillo con la de cosas que me pueden enseñar. Y veo que, aunque sea difícil y cueste más, sin castigos ni amenazas no significa que vivamos en el “hago lo que quiero sin importarme nada” sino que vamos aprendiendo a hacer lo que queremos siempre que el de al lado no se vea afectado o no sea peligroso, etc.. Claro que esto lleva su tiempo…
Pero todo esto viene por otra cosa. Hace un año contaba aquí uno de mis sueños como mamá, que era compartir un momento del que guardo tan bonito recuerdo con mis hijas. compartir una noche, un instante, un momento, que para mi ha formado toda mi infancia parte de la magia navideña. de hecho, era el mejor día de todos. No hay nada como la noche de reyes. Y este año, cambiamos nuestras vacaciones escapando del invierno hacia el calor, por vivir esa magia navideña en familia.
Las pequeñas terremoto nunca habían vivido una navidad en invierno, con frío. Nunca habían visto las calles adornadas, los escaparates con luces, la feria de la gran vía. Y cada una de esas cosas, además de disfrutarla como niña, me paré para descubrirla a través de ellas.
La mayor de las terremoto disfrutaba descubriendo nuevas iluminaciones navideñas en cada calle, recorrió conmigo varias veces la feria de la gran vía, parando en cada puestecillo, alucinando con los que venden centenares de chocolates, probando cada juguete que podía probarse. Eligiendo algo para comprarse. La veía y me veía a mi de pequeña, cuando con mi abuelo elegía algo para comprarme. Disfrutábamos las dos por igual. Todo el día caminando pero nos quedaban energías para recorrer la Gran via. Porque sabíamos que hay momentos que hay que estrujarse al máximo.
La pequeña, que no le gusta el frío ni caminar, salía feliz por la mañana preguntando que transporte usaríamos ese día, donde íbamos a ir y qué íbamos a hacer. Se paraba alucinada en cada escaparate, detectaba cosas de la Patrulla Canina o de Peppa desde distancias increíbles (ya fueran calcetines, pasta de dientes o juguetes, pues allí hay mucha más variedad que aquí) y se entretenía con solo mirarlas.
Ambas patinaron por primera vez sobre hielo, quedaron con ganas de repetir y quedaron sorprendidas que su madre fuera capaz de subirse a unos . Entraron temerosas, y después no querían salir. Les dió igual el hielo, mojarse, caerse…les encantó.
Y el salón de la infancia las dejó exhaustas y eufóricas a partes iguales. Tengo mala memoria pero me va a ser muy difícil olvidar la cara de felicidad de la más pequeña de las terremoto cuando abrazo a Peppa, cuando chocó las manos con Susy, o cuando se hizo una foto con George.
Bailaron, se subieron a todo lo que pudieron, pasamos toda una mañana en ese sector y les faltaron horas. Recuerdo perfectamente como la pequeña gritaba al escenario para que saliera Peppa, como se levantaba a bailar, y como gritaba emocionada cuando llovía el confeti. Conseguir que quisieran irse, y eso que íbamos a conocer el resto del salón, no fue tarea fácil. Pero la verdad, nosotros estábamos disfrutando igual que ellas y no teníamos prisa por irnos tampoco
Pero todo el viaje tenía un propósito principal. La cabalgata. Y llegó el día, que no sé si esperábamos más impacientes nosotros o ellas. Ya pasado el ecuador de nuestro viaje, ya con montones de actividades realizadas. Y yo tenía claro, y las niñas lo querían así, que íbamos a verla en primera fila. Escogimos el punto donde queríamos verla. Yo pensaba hacer la espera para guardar sitio yo sola, pero la mayor dijo que quería estar en todo ese día. Estábamos allí un poco antes de las 17. Algunas familias como nosotras se sentaban en los bordillos, cuando aun circulaba el tráfico por ahí. Pero me había olvidado de como funciona, o es que hace muchos años que no iba a coger sitio…en cuanto cerraron el paso de los coches…¡cómo se llenó todo! Nos costó mucho mantener el sitio para que el padre de las criaturas y la pequeña de las terremoto pudieran verla con nosotras. No sé bien qué esperaban las niñas de la cabalgata, ni sé si ellas lo sabían. La habían visto por la tele, pero claro…no es lo mismo.
Cuando vieron a los primeros pajes acercarse, cuando empezaron a ver las luces, la primera carroza,… impresionantes sus caras. La mayor preguntaba absolutamente todo: es melchor ya? está es la estrella de oriente? quienes son los carteros? por qué recogen chupetes? uno de esos regalos es el mío? me traerán carbón también a mi? Tuvo los ojos abiertos como platos durante todo el paso de la cabalgata, le fue contando a su hermana todo lo que veía (la pequeña se cansó al cabo de un rato de estar de pie, pero al estar en primera fila pudo verla sentada). A pesar de estar ahí desde antes de las 17, el cansancio no era una posibilidad. Quería verlo todo, quería disfrutarlo todo…y quería su globo al final como yo le había contado que me compraban cada año (yo también quería uno para mi).
En el viaje he visto a las niñas disfrutar con los hijos de mis amigos, a los que ven una vez al año, y vencer barreras de vergüenza y desconocimiento mucho más rápido que de costumbre, para después pasarse el día contando lo bien que lo pasaron con sus amigos de allí. En ocasiones preguntan porque quieren verlos de nuevo. Difícil es decirles entonces que falta al menos un año para eso, que en las vacaciones no podemos ver a todos más de una vez. Pero ver como se adaptan, como también ellas saben que es corto, que son momentos únicos cada uno de ellos, y ver cómo los disfrutan, es alucinante. A veces las veo y me sabe mal, me sabe mal que los ratos sean tan cortos y que cuando lo están pasando tan bien, toque irse a otro sitio, o volver a casa. Pero ellas lo disfrutan, acumulan experiencias y momentos, las atesoran…y eso me hace a mi disfrutar aun más de las vacaciones.
Además el viaje, en esta ocasión, decidimos terminarlo visitando a unos buenos amigos en Francia, y conociendo Disneyland Paris. Y bueno, tras un momento divertido en el que al contarles a las niñas donde íbamos ellas no supieron qué significaba, fue una dosis más de magia y diversión como cierre. Saludaron a sus personajes de series y películas, se subieron una y otra vez en sus atracciones favoritas (ventajas de ir en invierno) y parecían no agotarse nunca. Ni la lluvia ni la nieve podía evitar que lo pasaran bien y saltaran emocionadas con cada nueva atracción.
Desde luego, como adultos muchas veces tenemos prisa y parece que el mundo infantil es menos relevante. Pero si nos paramos a verlos, no hay quien disfrute el momento como ellos. Deberíamos re aprender a disfrutar como niños, sin pensar en lo siguiente que hay que hacer, ni en lo pendiente, ni en lo que no hiciste ayer. Disfrutando al máximo cada actividad, cada paso.
Fue una experiencia increíble, que quiero repetir. Fue una navidad de primeras veces: primera navidad con frió (aunque no fue para tanto), primeras uvas en España (aunque una se quedó dormida), primera carta entregada directamente al paje, y tantas otras cosas… para mi, también fue como una primera vez de una Navidad especial. Los días pasaron muy rápido, y entre pocos festivos se nos hizo corto (a mi por lo menos) Nos faltó tiempo para ir a los sitios, nos faltó tiempo para sentarnos sencillamente a contemplar. Pero fue un gran viaje, muy bien aprovechado, muy disfrutado.
Esta Navidad ha sido aquí y allí, ha tenido un poco de ambos mundo, y ha sido sin duda de las mejores. Ojala todas pudieran ser así, ojalá cada experiencia tuviera ambas caras, para disfrutarse el doble. Ojalá no estuvieran tan lejos una ciudad de la otra. Solo puedo decir…¡qué se repita la experiencia!
Que nunca se se acabe la magia, y que no se nos olvide mirar y disfrutar a través de los ojos de los niños.
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