El aprendizaje formal es aquel que se da en las instituciones o centros educativos, de manera estructurada con un claro propósito: obtener una certificación.
El aprendizaje informal, por el contrario, es aquel que surge de las actividades cotidianas y que, podríamos decir que inconscientemente (no siempre), adquirirmos en el ejercicio de otras acciones. Pongamos que haces todos los días la cama y acabas haciéndola bien.
Por último, el aprendizaje no formal, el que nos ocupa en este artículo, es el que a pesar de estar estructurado, habitualmente por una institución educativa no busca la certificación, aunque en muchos casos la ofrece y es totalmente intencional por parte del alumno. Aquí es donde entran todos esos cursos, seminarios, MOOCS a los que te apuntas por el puro placer de aprender sobre la cuestión que trate en particular y con el pretendido beneficio de aprender, sin más.
Proliferan por la red, en las universidades, incluso en los colegios cursos de todo tipo que buscan ampliar conocimiento, especializarte, y que sin necesidad de certificación, quizá un simple certificado de acto de presencia en el mismo, resultan beneficiosos para tu desarrollo profesional, casi más que los “oficiales”. Esto es así por todo lo que aportan, siendo principalmente dos cosas: colaboración y generosidad. Esto si debe mover el mundo. Esto merece la pena que triunfe. Gracias a estos cursos mi PLN ha aumentado significativamente encontrando grandes profesionales que están dispuestos a compartir sus experiencias dentro y fuera del aula, a ayudarte en tu camino profesional y, finalmente, a descubrir nuevos mundos de los que enriquecerme. ¿No os parece ideal?
Partiendo de estas distinciones os dejo con una infografía sobre el aprendizaje no formal:
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