Este es un blog personal, así que intento no meterme demasiado en fregados y polémicas. El otro día, sin embargo, andaba haciendo un barrido a la prensa (que es lo primero que hago cada día en mi trabajo) y me topé con una noticia que llamó sobremanera mi atención. Estaba en las páginas del diario ABC, aunque también la encontré luego en su edición digital: “Los padres que impongan una dieta vegana a sus hijos podrían ir a la cárcel”, informaba el titular. Y claro, no tuve más remedio que profundizar en la noticia para ver si me sacaba del shock: “Hasta un año de cárcel, o dos si el niño tiene menos de tres años. Esta es la pena que podría recaer a los padres o tutores que elijan para sus hijos una dieta vegana si progresa un proyecto de ley presentado en el Parlamento por el partido de centro-derecha, Forza Italia” (conocido mundialmente por ser el partido dirigido durante muchos años por un corrupto de la calaña de Berlusconi). Shock in crescendo.
No soy sospechoso de ser vegano. Me gustan algunos tipos de carne, también otros de pescado, tomo leche y yogures de vaca y disfruto como un niño con una buena hamburguesa de ternera. Sin embargo, mi dieta (especialmente desde que Mara nació, que abrimos los ojos a la importancia de la alimentación) está basada fundamentalmente en legumbres, cereales, frutas, verduras y frutos secos. Y a eso le añadimos un poco de carne y otro poco de pescado. Nada de ultracongelados ni comidas preparadas, nada de bollería o snacks industriales ni de productos calóricos e hiper azucarados. Hace no tanto, por el predominio de esos mismos alimentos y la ausencia de los otros, España era envidiada en el mundo por su reconocida y reputada dieta mediterránea, hoy ya una entelequia.
Pero volvamos a la dieta vegana. Según la diputada Elvira Savino, que es la que ha puesto en marcha el proyecto de ley para condenar a los padres veganos, este tipo de alimentación que se les impone a los menores “excluye imprudentemente alimentos de origen animal” y deja a los niños “con carencia de zinc, hierro, vitaminas D y B12, Omega-3 y ácido fólico, sustancias necesarias para un correcto desarrollo”. Qué padres más malvados estos veganos. Resulta, sin embargo, que a causa de la publicación de su último libro ‘Más vegetales, menos animales’, la mamá jefa tuvo reciéntemente la oportunidad de entrevistar al reconocido nutricionista Julio Basulto. Éste, al que nos une una gran relación y sabe de lo que habla, le dio una respuesta (más larga y argumentada) que luego recogió en un estado de Facebook. El resumen es que la única carencia de una dieta vegana bien planificada, tanto para los niños como para los adultos, es la vitamina B12.
No sé qué intereses defiende la diputada Savino, ni tampoco si su marido es el alto cargo de una gran empresa cárnica, pero lo cierto es que parece que maneja datos equivocados y malintencionados. Aún así, se permite añadir que su proyecto de ley tiene el objetivo de “estigmatizar definitivamente las conductas alimentarias incautas y peligrosas impuestas por padres o quienes ejerciten sus funciones, que ocasionan daños a menores de edad”.
Quienes me conocen saben que no me gustan las imposiciones, así que jamás defenderé tampoco a un padre que impone a su hijo una dieta. Sea la que sea. Sí que defenderé, en cambio, a los padres que se preocupan por la salud alimentaria de sus hijos. No sé si Savino hace lo mismo en su papel de diputada, porque es realmente extraño que con la obesidad convertida en una pandemia, esta diputada o cualquier otro no haya puesto el grito en el cielo contra la comida basura, el azúcar o los refrescos; contra los padres que llevan todas las semanas a sus hijos al McDonalds (una o más veces); y contra quienes facilitan que sus hijos doblen o tripliquen cada día los 17 gramos de azúcar que la OMS establece como máximos para un niño de 1 a 3 años. Esos niños que van cogiendo papeletas, gracias a las “conductas alimentarias incautas y peligrosas impuestas por sus padres”, para en un futuro (incluso en un presente) padecer sobrepeso, diabetes, problemas cardiovasculares y un sinfín de enfermedades más asociadas a una mala alimentacion. Aún así, tampoco ellos deberían ir a la cárcel, porque seguro que lo hacen desde la desinformación (muchas veces provocada por la propia industria alimentaria) y sólo quieren lo mejor para sus hijos. Como los padres veganos. Como tú y como yo. ¿Nos vamos todos a la cárcel?