El proceso de aprendizaje de la escritura es un largo camino que los niños inician mucho más pronto de lo que nosotros nos creemos. Sus primeras incursiones en el mundo mágico de las letras son esos garabatos que empiezan a realizar sobre los dos años. A esa edad y sin apenas dominio de sus pequeñas maños los niños necesitan tener a su alcance el material adecuado para que puedan expresarse gráficamente y avanzar hasta lograr una adecuada caligrafía. Hoy hablamos del aprendizaje de la escritura y de cómo conseguir que nuestros hijos o alumnos logren escribir correctamente, con una letra bonita, inteligible y sin fatiga.
Tener una letra bonita, algo más allá de hacer caligrafía
Al abrir un cuaderno escolar pueden pasar varias cosas.
Una posibilidad, la que todos esperamos encontrar, es la de abrir el cuaderno y observar unas páginas limpias, ordenadas, con una caligrafía bonita y una buena presentación con sus correspondientes títulos, subrayados y dibujos.
Otra de las posibilidades es la de “horrorizarte” por la visión de unos renglones llenos de lo que yo llamo irónicamente “moscas”, que en realidad no son otra cosa que tachones y un montón de letras agrupadas que no consigo descifrar. Los motivos por los que ocurre esto son muchos, entre ellos tenemos una dificultad específica del aprendizaje conocida como disgrafía, de la que he hablado en alguna ocasión en este mismo blog y con la que para nada quiero bromear, puesto que supone un gran sufrimiento para el niño o niña que la padece. Una dificultad que tanto padres, maestros y educadores en general deberíamos aprender a reconocer para proporcionar la ayuda adecuada al niño que la sufre.
Dificultades de aprendizaje aparte, lo cierto es que, unos niños tienen más habilidad que otros pero igualmente cierto es también que una letra bonita, inteligible y sin fatiga no se consigue de la noche a la mañana. Es producto de diversos factores que deberían tenerse mucho más en cuenta tanto en la escuela como en la propia familia. Me refiero a mantener una adecuada postura, agarrar bien el lápiz pero también ofrecer a los más pequeños un buen material didáctico para enseñar a leer y escribir.
Conseguir realizar una letra bonita es fruto de muchas horas de práctica y ésta empieza en la más tierna de las infancias, donde el juego es el principal motor de aprendizaje.
Los primeros años son cruciales para que los niños desarrollen las habilidades de psicomotricidad fina en manos y dedos que les permitirán más tarde un correcto agarre del lápiz. Y en estas edades debemos fomentar el modelado de plastilina, el rasgado, el ensartado de cuentas, la utilización de tijeras y otros materiales que requieran precisión manual. Es de este modo como vamos a entrenar las manos para que adquieran la musculatura y la movilidad que se requiere para la escritura.
Junto con estas prácticas se debe fomentar el buen agarre del lápiz o instrumento con el que van a escribir, dibujar o pintar. Ni demasiado fuerte, ni demasiado suave. Ambas cosas dificultan la escritura y provocan cansancio. De igual modo, una postura incorrecta al escribir impide que la muñeca se deslice adecuadamente y entorpece enormemente el proceso.
El material con el que se enseña a los niños debe adecuarse a su nivel y exigirles por encima de sus posibilidades, lejos de estimularles, les desmotiva y les causa una profunda insatisfacción. Por este motivo debemos ofrecerles aquellos materiales que mejor se adaptan a su edad desde lápices triangulares o con hendiduras a cualquier otro producto ergonómicamente diseñado para zurdos o diestros.
Si te preocupa la mala letra de tu hijo o alumno revisa su postura al escribir, el agarre del lápiz y los movimientos que hace al escribir, quizás descubras que cambiando el material o la postura consiga mejorar.