Y todo a raíz de lo que ha pasado por nuestra mesa en los últimos días.
He de decir que en nuestro caso, conocimos este sistema de enfrentarse a la cuestión del método de alimentación complementaria, primero, por medio de una gran amiga, que vive actualmente en Londres, y luego también a través de mi hermano y mi cuñada, que ya lo venían aplicando con nuestra sobrina, un añito justo mayor que nuestra querida Lechona. Ellos viven igualmente en Londón, y por lo visto allí es un método que también lleva en auge desde hace algunos años. Y con estos dos ejemplos delante, hemos ido viendo de primera mano que el sistema funciona antes incluso de empezar a probarlo con la peque. (Aquí, es obligado el inciso de decir que cada bebé es un mundo, y cada familia una circunstancia; y entiendo que no a todo el mundo le valdrá este sistema).
De todas maneras, y hablando de nomenclaturas, igual muchos lo conocéis también por sus siglas en español, como método ACS (Aprende a Comer Solo), por el famoso libro de El niño ya come solo, de Gill Rapley y Tracey Murkett, que fue la referencia que cayó en nuestras manos, y es el libro que lo está petando por ahí, respecto al temazo este de la introducción a la alimentación complementaria.
Como recordaréis los que lleváis tiempo por aquí, es un tema que nos preocupó mucho en su día (Y nos sigue preocupando, claro. Algo normal y lógico que le preocupa igualmente a todo hijo de vecino que se encuentre en la misma fase o situación, por otra parte…).
Con el paso de los meses, podemos decir que la cosa ha ido mejorando, realmente. Creo que en general, la niña come bastante bien. Hay días que menos, otros que más… A veces parece que no quiera comer nada, y otros parece que si la dejas, se zamparía un buey… y a la madre del buey… y luego, postre; y por último, si pudiera, llamaría a Goliath (el colega del Capitán Trueno), a Obelix y a SonGoku para reírse de ellos, por ser unos nenazas. Vamos, lo normal… -supongo-.
Por otro lado, tampoco hemos sido estrictos a tope en este método, ni pensamos que nos vaya la vida en ello: le hemos dado de comer nosotros, y ha comido papillas a saco, cuando terciaba. También a su vez, la dejamos experimentar con las manos, por supuesto, y también la estamos enseñando a usar los cubiertos y dejando que los coja ella y coma con ellos.
Simplemente con esto quiero hacer notar que de momento parece que la cosa parece que va avanzando muy bien, y reitero, que a nosotros, el método ciertamente nos FUNCIONA, como he dicho. Y esta semana está siendo una buena prueba de ello. En apenas cuatro días, hemos pasado por tres cenas taaaaaan diferentes, como, por así decirlo… exóticas. La niña ha pasado en estos días, de los burritos Tex-Mex (¡órale güey! Que vale… su pollo no estaba condimentado, pero en el rollito iba todo el pack: su carne, sus pimientos, su cebollita frita…), pasando por las hamburguesas de seitán con queso (carne ficticia a base de gluten de trigo; un alimento muy del rollito vegetariano/vegano), a anoche, rematando la jugada con nudels chinorris (tallarines orientales de toda la laif).
Y precisamente, ha sido este detalle el que me ha abierto los ojos a ver la buena evolución respecto a la variedad de alimentos con los que nos vamos manejando. (Y a la forma de comerlos, ojo… Que aparte de las manos, ya maneja el tenedor que da gusto, y con la cuchara podemos decir que se va defendiendo bien, como decía antes). De momento la niña no parece tener reparos en probar y comer de todo. Lo cual… pues mola, la verdad. Y te da cierto respiro mental.
De la lechoncilla comiendo burritos sacamos algunos vídeos para la posteridad, de lo más graciosos. ¡¡Daba gusto verla!! Pero lo de anoche, con los tallarines… ¡¡Eso fue para verlo, más que para narrarlo!! ¡¡Canela fina!!
De la cena de anoche he de decir, que no recuerdo una tan divertida hasta ahora. ¡¡La nena se lo pasó teta!! Estaba totalmente flipada viendo a su papá haciendo el monguer y sorbiendo los fideos, (o viendo simplemente cómo me colgaban por la boca; lo mismo daba). ¡¡Menuda pechada a reír toda la cena, tú…!! ¡Un no parar, oye…! Y yo, claro… pues le daba cancha, y me descojonaba con ella. Y ella, zampando alternando las manos, la cuchara, o incluso intentando simplemente con la boca en plan tortuga… ¡Un cromo! (¿Terminó con tallarines en la oreja? Pues puede ser…)
Ahora bien… Respecto a los daños colaterales (la trona y alrededores…), no os quiero contar cómo terminaron, evidentemente. Para muestra, ahí arriba va una buena, de las gráficas, gráficas… ¡Aquello quedó como la resaca de una batalla campal de borrachos universitarios italianos de Erasmus en plena fiesta de la pasta al dente! Definitivamente, creo que eso de las bombas de racimo del ejército yanki, las inventó algún papá iluminado del Pentágono, tras una cena gloriosa de su bebé.
Pero os juro que por las risas, por el buen rato, y por pensar que, mientras la niña vaya asociando que la hora de comer o cenar es un momento divertido… todo el esfuerzo posterior de recoger y limpiar un guarreo como el de anoche, merece la pena. (Aunque anoche precisamente yo me librara del braun, jeje… XD). No hacen falta tele… ni tablet… ni muñecos… ni Danoninos de colores. ¡¡Unos simples tallarines pueden obrar milagros!!
(¡Cáspita! Ahora que lo pienso…): -“¡¡¡Churriiiiiiiiiii… Cariñoooooooo…!!! Tenemos que probar a preparar espaguettis carbonara… ¡¡¡Que lo vamos a petar con la risióóóóón…!!!”-
Y vosotros… ¿alguna receta divertida por ahí, a maníbiris, que se os ocurra?