Carta abierta a las personas que infravaloran el trabajo de los maestros

A la atención de aquellas personas que no dejan de criticar a los maestros de corazón:

Posiblemente, lo que vaya a decir en este post os de exactamente igual y no le deis la mayor importancia. Desgraciadamente, en muchas ocasiones os he escuchado decir que los maestros no hacen absolutamente nada, que su sueldo es excesivamente elevado y que sus vacaciones son muchas para el trabajo que hacen. Me gustaría preguntaros una cosa: ¿acaso sabéis con seguridad cuánto ganan los maestros? ¿sabéis qué es lo que hacen ellos en sus vacaciones? ¿y sabéis lo que hacen ellos en las aulas?

Dejadme que os aclare algo: yo cuando hablo de maestros me refiero a profesionales de la enseñanza apasionados, auténticos, que disfrutan de lo que hacen, que motivan a los estudiantes y que dan lo mejor de sí mismos en los centros educativos. Seguramente, me diréis: “Mel, pero es que no son todos así”. Y en eso os tengo que dar la razón. Pero esos no son maestros. Y hoy toca defender con capa y espada a los que sí que lo son. A los que se esfuerzan al máximo, a los que luchan incansables, a los que apoyan a los estudiantes y a sus familias. A los que no giran la cabeza y quieren realmente una educación mejor.

¿Os dais cuenta el daño que podéis hacer a los maestros de corazón cuándo decís que no hacen nada? Seguramente, a vosotros os gusta que os reconozcan el trabajo que hacéis, que se os valore. ¿Os imagináis que eso no ocurriera nunca y que únicamente escucharais malas palabras? Creo que ni siquiera lo habéis pensado. Creo que ni siquiera os habéis puesto en el lugar de la persona que cada día está con estudiantes con diferentes necesidades, talentos y capacidades entre sí y que intenta dar una educación y atención personalizada a todos ellos. Creo que no sois conscientes de que la función del maestro va más allá de transmitir conocimientos.

Un maestro apoya, guía, confía, motiva e inspira a sus alumnos. Les propone cada día desafíos para que fomenten el pensamiento crítico, la capacidad de análisis, la creatividad y la toma de decisiones. Un maestro favorece la educación en valores, la cooperación en el aula, la educación emocional y la resolución de conflictos entre compañeros. Un maestro es el que hace que los estudiantes entren y salgan con una gran sonrisa en la cara y crea el deseo de que quieran volver al día siguiente. ¿Acaso habéis pensado en eso?

“Mel, es que casi siempre te centras en los maestros de educación primaria”. ¿Creéis que en educación secundaria no hay profesores auténticos que creen en sus alumnos e intentan alejarlos de la sumisión educativa? Los docentes de corazón de secundaria no han estudiado la carrera de magisterio. Se formaron en los estudios que más les apasionaban y después decidieron dedicarse a la enseñanza cursando (posiblemente) un master de formación del profesorado. ¿Creéis que todos los profesores de esta etapa siguen al pie de la letra los libros de texto, mandan deberes y recitan la lección sin más?

Hace un tiempo tuve la suerte de acudir durante tres días a un periodo breve de observación de una clase de historia dada por una profesora apasionada, motivadora y estimuladora del aprendizaje. En su clase se trabajaba por proyectos, los estudiantes se movían de lado a lado para consultar libros y para hablar con sus compañeros del trabajo, investigaban, preguntaban las dudas, se ayudaban los unos a los otros y todos eran protagonistas de su aprendizaje. Pude ver caras de ilusión, de emoción y de satisfacción. Pude hablar con los estudiantes y todos ellos estaban encantados. Se daba un aprendizaje activo y real.

Seguramente, no conocíais todo lo que os estoy contando. Pero aun así no dudáis en ningún momento en criticarles de forma ofensiva, en acusarles del fracaso y abandono escolar. No dudáis en ningún momento en decir lo incompetentes que son, lo poco que hacen en el día a día y en meter a todos los profesores y maestros en el mismo saco de “docentes que han llegado a las aulas porque no sabían qué más hacer”. No estoy diciendo que no los haya (que desgraciadamente sí que los hay) pero ni mucho menos todos lo son.

¿Acaso os olvidáis de los maestros y profesores que no dejan de formarse? ¿Acaso os olvidáis de los educadores infantiles que fomentan la creatividad, la imaginación y la identidad personal de los más pequeños? ¿Acaso os olvidáis de esos docentes que han ayudado, apoyado y calmado muchísimas veces a las familias de los estudiantes? ¿Acaso sabéis cómo se sienten ellos al esforzarse al máximo y no tener ni siquiera el reconocimiento de toda la sociedad? ¿Y os acordáis de los maestros y profesores que quieren renovar la manera de enseñar y no les dejan por no estar de acuerdo con el tradicionalismo?

Podemos hablar de profesores y maestros concretos que decidieron serlo sin querer. Podemos hablar de personas que están dentro de las aulas sin merecerlo. Podemos hablar de docentes desmotivados y desilusionados que transmiten una actitud negativa a los alumnos. ¡Sí, estoy de acuerdo en eso! Pero no comparto la idea de generalizar la profesión ni la labor docente. No comparto la idea de que todos los educadores, maestros y profesores no hacen nada. No comparto la idea que tiene la sociedad al pensar que ellos mismos pueden hacer el trabajo de un profesional de la educación auténtico.

Todos hemos tenido malas experiencias con maestros y profesores (yo misma me incluyo). La gran mayoría hemos tenido en nuestra etapa de estudiante un docente que se sentaba en la silla y únicamente impartía la lección sin más. Muchos hemos leído en los periódicos noticias de maestros que nos han hecho llevarnos las manos en la cabeza y preguntarnos cómo es posible que esa gente esté dentro de un centro educativo.

Pero, ¿y qué hay de las noticias de maestros que enseñan a los estudiantes lengua de signos para que se puedan comunicar con un compañero sordo? ¿Qué hay de esas noticias de profesores que se disfrazan de un personaje ficticio para hacer reír a los estudiantes? ¿Qué hay de los profesores universitarios que cogen en brazos a los bebés de sus alumnos para que ellos puedan estar concentrados? Esas noticias quedan casi en el olvido.

Creedme, soy consciente de que hay profesores y maestros sin ilusión en las aulas (y en muchas ocasiones intento escribir críticas sobre ello), pero, ¿por qué os cuesta reconocer tanto que también hay profesionales de la educación auténticos, emocionados, motivados y que inspiran a los alumnos? ¿Por qué os cuesta creer que hay docentes que se siguen formando, que luchan y que están al pie del cañón pase lo que pase? Si tenéis la capacidad de hablar de la mala praxis de algunos maestros, hablad también de los buenos y de lo mucho que aportan a las familias y a los estudiantes. ¿O ellos no merecen vuestra absurda atención?

Mis no queridas personas que infravaloran el trabajo de educadores, de maestros y de profesores de corazón: ojalá algún día de estos os aventuréis a entrar en una clase de educación infantil, de educación primaria o de educación secundaria. Ojalá algún día veáis con vuestros ojos lo que hace un docente apasionado dentro de aula. Ojalá algún día os comierais vuestras palabras para decir algo bueno de profesionales que únicamente quieren luchar por una educación de calidad y que lo hacen a contracorriente en muchas ocasiones. Me aventuro a daros un pequeño consejo para terminar: si tenéis un poco de tiempo libre (ese que os paséis criticando a maestros sin descanso) aprended lo que significa la palabra empatía y hacedme el favor de ponerla en práctica lo más pronto posible.

Reciban ustedes un cordial saludo de una persona que cree en los maestros de corazón

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