La pena de una hija por la que considera la mayor de las ausencias, la de una madre. No permitamos que los monstruos formen parte de nuestras vidas.
Un fuerte abrazo.
El bibliotecario.
Carta de una hija a su madre muerta
Hola, mamá:
Hoy he vuelto a casa del trabajo y no estás, sigues sin estar, igual que ayer y que antes de ayer, igual que la semana pasada. Mamá, ya no estás y ahora lo único que existe es tu ausencia. Una ausencia permanente, eterna.
Y yo no dejo de llorar. Lloro porque no puedo hablarte, lloro porque ya no puedo abrazarte, también lloro porque no puedo tocarte, porque ya no estás para regañarme, para aconsejarme. Lloro porque ya no te tengo para salvarme la vida. Una vida que yo supe salvarte, fui una cobarde por no hacer nada para evitar que el monstruo te matara. Ese monstruo al que tantas veces escuché como te gritaba que no servías para nada, la de veces que te vociferó ¡cállate, nadie pidió tu opinión! o ¡no sirves para nada! ¿Y qué es lo que hice? Nada. Hice lo mismo que cuando te ordenaba que te quitaras esa ropa, cuando te interrogaba que a dónde ibas vestida así, cuando te recordaba que eras sólo de él y de nadie más y que eso no cambiaría nunca, ni siquiera el día que estuvieras muerta. En eso se equivocó el monstruo, mamá; ahora que ya no estás ya sí que no eres de nadie, ni siquiera de ti misma.
Mamá no paro de llorar, de llorar porque ya no estás, de llorar por lo cobarde que soy, no dejo de llorar al no entender por qué tuvo que ocurrirte algo así. ¿Por qué a ti, mamá, por qué? Si lo único que hiciste fue amar a un monstruo que sólo era capaz de amarse así mismo. Siempre estuviste a su lado, siempre le cuidaste, siempre le protegiste todo lo que él fue incapaz de protegerte a ti, estoy totalmente segura de que hubieras sido capaz incluso de dar la vida por él, hasta tal punto llegaba tu amor hacia ese monstruo. Pero tengo que serte sincera. Ahora lloro tu ausencia, pero era tal mi cobardía que no hice nada por librarte del monstruo que era el culpable de todas tus pesadillas. ¿Soy yo también un monstruo? Comienzo a estar convencida de ello. Dejé que un monstruo matará a la persona que más quería en este mundo.
¿Y ahora que voy a hacer que ya no estás a mi lado, mamá? A veces sueño. Sueño en que todo vuelva a ser igual que antes de que conocieras al monstruo, sueño que vuelves a mi cama como cuando era pequeña para cantarme una nana y que dejara de escuchar los gruñidos del monstruo que venían de lejos. Sueño que me convierto en cazadora de monstruos, sueño en que el monstruo ha muerto, sueño en que las dos estamos sentadas en un parque y que le cuentas historias felices a tus nietos. Mamá, hay veces que sueño, pero ahora sé que esos sueños ya no se harán realidad.
Lo que sí te puedo prometer es que jamás dejaré que en mi vida entre ningún monstruo.
Te quiero, mamá.
la historia
Violencia de género.
La entrada Carta de una hija a su madre muerta aparece primero en La mansión de las ideas.