Mamá, de tu mano al fin del mundo: Carta imaginada de una bebé a su madre

diamadre


Querida mamá:

Me ha chivado el papá en prácticas que hoy se celebra el Día de la Madre. La verdad es que, a mis 19 meses, aún no comprendo muy bien de qué van todas estas historias, pero me ha comentado papi que esta mañana, cuando abras los detallitos que te hemos hecho y comprado con todo el cariño del mundo, lo entenderé un poquito mejor. Me ha dicho que me fije en tu cara, en tus ojos, en tu expresión. No lo tengo muy claro, aunque teniendo en cuenta que papá y yo nos lo hemos currado dentro de nuestras posibilidades, estoy segura de que me lo dice porque puede que se te escape una sonrisa muy grande. Yo sé de sobra que a ti no te hacen falta estos detalles para sonreír, pero papá me ha comentado que de vez en cuando no está de más provocar sonrisas, tener estos detalles. Y no tiene porqué ser necesariamente en días señalados, eso me lo ha dejado claro, pero los dos sabemos que para ti hoy es un día especial, seguramente porque como te escribió alguna vez el papá por aquí (me lo ha leído él, que yo todavía no sé), tú naciste para ser madre.

La verdad es que me siento muy afortunada porque tú, que naciste para ser madre, seas precisamente mi mamá. Aún no he aprendido a decir “Te quiero”, ya sabes que de momento “mamá” y “teta” me bastan para sobrevivir, pero creo que con mis miradas y mis sonrisas cargadas de amor, mis abrazos, mis besos, mis achuchones y ese “mamá” que cuando quiero me sale tan dulce, te voy demostrando todo el amor que te tengo. Jamás pensé que en tan poco tiempo de vida se pudiese querer tanto, pero la verdad es que eres tan buena, tan paciente y tan cariñosa conmigo que no concibo quererte menos de lo que lo hago. Todo me parece poco para devolverte todo el afecto que me das, toda la cercanía que me ofreces, esa mano tuya que siempre me guía pero no me impone el camino, que me respeta, que entiende mis rabietas y mis gritos, aunque a veces, si te soy sincera, no me entienda ni yo.

Sé que estás agotada, que apenas te dejo dormir y que durante el día no paro ni un segundo. Me pongo en tu lugar y estoy segura de que iría arrastrada por el suelo, como papá, pero tengo tanta energía en mi cuerpo que no soy capaz de reprimirla. A veces, bastante a menudo últimamente, lo sé, hasta se me desborda la energía por la boca en forma de gritos y lloros. Me maravilla de ti que pese al cansancio, la falta de sueño y la acumulación de gritos, pese a que no te dejo ni a sol ni a sombra durante medio minuto en todo el día, a que te bajo los pantalones y me pongo a llorar en cuanto intentas hacer algo que no sea prestarme toda la atención del mundo, pese a que te complique hasta la extenuación cosas tan sencillas como vestirme o cambiarme un pañal, sigas intentando llevarlo todo para adelante. A mí, a tu blog (papá me ha leído algunos post y soy muy fan de Marujismo, te lo confieso), a la casa, y a ese proyecto tan chulo que iniciaste con papá y que seguro que, cuando tengáis tiempo, crece y sale adelante. Gracias por lanzarte al vacío. Gracias por querer conciliar para pasar más tiempo conmigo. Vales mucho, mamá. Muchísimo.

Esta semana, una de las tardes que vas a pilates, mientras estábamos en el parque, papá y yo estuvimos hablando. No sé cómo lo hacemos si cada uno hablamos en un idioma, pero lo cierto es que nos vamos entendiendo. Hablamos de ti, mamá. Papi me dijo que estabas un poco triste, que te afectan mucho algunos comentarios sobre la forma de crianza que habéis elegido conmigo, que sientes que nadie valora lo mucho que haces cada día, que necesitas cambiar de piso, tener unos vecinos más empáticos y un edificio con menos problemas… Sólo puedo decirte que yo soy feliz (¡Muy feliz!) con la forma tan respetuosa y cercana con la que me criais, con todo el cariño que me dais, con que me abracéis y me acompañéis cuando lloro,  con saber que me dejáis explorar y descubrir el mundo por mí misma y que siempre estáis ahí, cerca, si os necesito.   Sólo puedo decirte que papá y yo sabemos lo mucho que haces cada día. Por eso te admiramos tanto. Y lo demás, el piso y esas cosas, ya llegarán. Es cuestión de tiempo. Como siempre dice papá, si vamos los tres juntos, en familia, no hay nada imposible para nosotros. Invencibles, dice papi que somos. No sé exactamente que significa esa palabra, pero suena muy bien. Invencibles.

Estoy deseando ver ya tu cara al abrir los detallitos que te hemos preparado. Papá y yo hemos hecho lo que hemos podido en el poco tiempo que hemos tenido. Lo importante es que van cargados de cariño. Sonríe mami. Nunca dejes de sonreír. Como le he escuchado decir a veces a papá, tu sonrisa ilumina nuestro mundo y nos marca el camino. Así que no nos dejes a oscuras, por favor. Sé fuerte, mamá. Valórate como nosotros te valoramos, quiérete como nosotros te queremos. Vales mucho. Y si de eso me he dado cuenta yo, que sólo tengo 19 meses, imagínate si lo percibirá el resto del mundo… Y apóyate en nosotros, piensa que tienes un chico, papá, que es un poco desastre pero que te quiere con locura. Piensa que tienes una hija que a veces te hace las cosas muy difíciles pero que no se imagina la vida sin ti. Quizás por eso me dijo papá el otro día que nunca me soltase de tu mano. Ahora lo entiendo todo. Mamá, de tu mano, al fin del mundo.

Te quiero infinito (que no sé cuánto es, pero papi me ha dicho que es más que mucho).

Mara.

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