¿Verdad que nos ponemos guapos para cenar? :P
Desde que tenemos hijos siempre hemos intentado que la cena sea de la misma forma: todos juntos, sin tele, sin móvil y sin molestias externas (si vale, algún fin de semana nos lo saltamos para cenar viendo alguna serie en pareja...). Es la única comida que hacemos juntos y -se supone- debería ser un momento de concordia y bienestar. Pues no.
Por un lado tenemos al pequeñajo de la casa: Al contrario que su hermana mayor, no es muy flexible en cuestión de horarios y hemos de cumplir los que nos marca. Saltárselos implica consecuencias como que esté echo polvo y acabe no cenando, que se ponga a llorar a la mínima o, lo que le ha dado por hacer ahora, que grite (fuerte!).
Por el otro tenemos a la HermanaMayor, de la que se supone teníamos superado el
Con el pequeño poco podemos hacer: intentar que descanse algo más por la tarde y/o cumplir fielmente los horarios; respecto a la mayor, nos sabemos la teoría al dedillo: que no hay que obligarla, que coma lo que quiera, que no hay que amenazar, bla bla bla. Todo esto es la teoría, pero cómo gestionas esa teoría cuando todas las noches es igual? Evidentemente, un día se puede ir a dormir sin cenar porque no le venga de gusto, esté cansada o lo que sea; lo que no nos acaba de parecer del todo correcto es que adopte esa actitud como algo normal y no quiera cenar ningún día...
No hace mucho llegamos a la conclusión de que esas situaciones no debían ponernos continuar porque al final se respira un ambiente horrible. Si no quieren cenar, que no cenen. Con el pequeñajo no nos preocupamos en exceso porque habitualmente come bien y aún toma pecho. Con la grande ponemos un temporizador (muuuuy generoso y que a veces va acumulando tiempo en vez de restarlo) y, si llegado el momento no ha acabado, se lo guardamos para el día siguiente. Todo sea por intentar evitar los malos rollos en la cena y establecer un poco de orden.
Tiempo para cenar: 30 minutos (más propina)
Juntando los gritos de uno y las distracciones, despistes, encantamientos y quejidos de la otra, echamos un poco de menos la paz y armonía de la que deberíamos estar disfrutando durante la cena, ese momento que hemos decidido que sea solo familiar, sin interrupciones.
¿Vosotros vivís alguna situación parecida a esta o vivís en nubes de algodón, todo es maravilloso y me vais a dar envidia?
Ojo! Que no son todas las noches así... a veces se alinean los astros y conseguimos que el pequeñajo cene contento y que la HermanaMayor esté de buenas y cene en un santiamén y entonces, sí, aparece la concordia familiar y en lugar de gritos de uno, quejidos de la otra, comentarios de los padres (te vas a ir a dormir sin cenar...), se escuchan risas, se explican cosas del día y todo es de color de rosa. Podría ser siempre así, no?