Al ser padres escucharéis muchos consejos, podéis probar hasta que deis con la fórmula que calme a los pequeños
¡Sorpresa! Ese momento, en el que en décimas de segundo todo se tuerce, en el que te debates entre esconderte y disimular discretamente que ese que está ahí montando el numerito no es tu hijo o dejar que siga hinchándose la vena yugular y soltar un grito que no sabes en qué acabará.Difícil decisión, teniendo en cuenta la expectación.
Porque casualmente este tipo de conductas, las rabietas, suelen florecer en los momentos más inoportunos, cuando hay más gente o sitios públicos y muy poco margen para huir.
Tal cual, y si ya es complicado calmar a tu hijo ante una rabieta en casa, bajo la atenta mirada de desconocidos todavía lo es más.
No hacerles caso, el primer consejo que escuché. No me funciona. Contar hasta tres, hasta diez y hasta el infinito y más allá. Tampoco funciona. Sobre todo, cuando algún extraño ser está poseyendo a tu hijo y comienzas a sentir que tú vas detrás, algo te arrastra.
La va a montar, la vamos a montar. Respira.
Tu cabeza va mil por segundo, atónita pensando, ¿pero, qué pasa? Mientras cruzas los dedos apretando los dientes –¡Que se calle!- y dejando escapar una pequeña sonrisa al público aparentando que aquí no pasa nada y está todo controlado.
Háblale en tono conciliador, siguiente consejo, ¿pero si no me oye? Como voy a hablarle bajito mientras ha perdido los papeles y no es capaz de nada más que gritar. No me funciona. Mientras tanto controla que no les pierdas tú porque tu único objetivo en ese momento es que pare, luego ya vendrán las lecciones educativas.
Popurrí de consejos en décimas de segundo, ponte en su lugar, sé flexible, ofrécele alternativas, negocia, no seas tajante, escúchale… ¡Es un niño! Todos ellos más que razonables, pero que, sin embargo, nos cuesta aplicar.
Rachas, sobre todo, de los 2 a los 4 en los que es cuando empiezan a definir su carácter y a tomar sus propias decisiones. Cuando comienzan a retarte, a ser desafiantes y tú desarrollas una paciencia extraordinaria. Os aseguro que cuando los padres aprendemos a manejar esta etapa de rabietas el resultado son niños más tranquilos y equilibrados emocionalmente.
Así que mis consejos son que prevengáis cuando se avecina tormenta, que no perdáis el control, que no empleéis chantaje emocional, que los sermones son para otro momento y que cuando creas que ya no hay solución, que la batalla está perdida y eso solo puede ir a peor abraza a tu hijo. A mí siempre me funciona.