Hoy quiero compartir con vosotros una experiencia que ha tenido lugar hace unos días en el colegio de mis hijos.
Hay muchísimos buenos profesores que se preocupan de la educación de nuestros hijos, pero a veces damos con gente que no es profesional, que no se preocupa por que nuestros hijos aprendan y que, muchas veces sin darse cuenta, pueden influir en el comportamiento de los niños.
En este caso hablaré de Celia (un nombre ficticio), una pequeña niña diagnosticada de TDHA (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad). Celia es una niña de 5 años y está muy integrada en el grupo de la clase, juega y se divierte con todos como una más.
Como, según su madre es “un auténtico terremoto”, este año ha decidido apuntarla a alguna actividad extra escolar que implique movimiento y, tras preguntarle, decidió apuntarla a patinaje.
En la primera clase la profesora le dijo que Celia tenía que comprarse unos patines especiales para patinar, puesto que no podía llevar los que todas las niñas llevaban porque no iba a poder estar en equilibrio. Su madre fue a una tienda de deportes y le compró unos patines especiales que le costaron 50 euros.
Tras varias clases la madre preguntó a Celia que tal se le daba eso del patinaje, si le costaba mucho mantenerse en pie, y la niña, llorando, le dijo que no patinaba nunca porque, como no sabía ponerse los patines la dejaban sentada toda la hora.
En la siguiente clase la madre de Celia preguntó a otros niños si era verdad que su hija se quedaba sentada toda la hora sin patinar y le confirmaron que sí, que como no se podía poner los patines sola la dejaban toda la hora mirando como los demás se divertían.
La madre de Celia habló con la empresa encargada de las extra escolares y a la próxima clase no acudió la profesora, sino otro profesor que desde el primer momento puso los patines a Celia y le enseñó a sostenerse de pie.
En menos de un mes Celia ya se sostiene en pie y va sola, sin ayuda de nadie, y sobre todo ha logrado la confianza necesaria para poder hacerlo por sí misma.
Este es solo un pequeño caso que demuestra la importancia que tienen los profesores en la vida de nuestros hijos. ¿Qué hubiese pasado si hubiese seguido la primera profesora? Seguramente Celia no habría aprendido a patinar, pero eso no es lo peor, se habría quedado sola mirando como los demás patinaban, sintiéndose inferior y pensando en que ella no iba a poder hacerlo nunca.