Pero, por encima de todo esto, el cambio radical de temperatura, advierten los pediatras, trae consigo un riesgo mayor de deshidratación, riesgo que se hace más grave en niños pequeños y en ancianos, pues sus defensas no están al cien por cien. Además, no es fácil identificar las señales de alerta.
Los motivos más comunes de deshidratación en los peques son las infecciones que provocan diarreas, fiebre o el simple rechazo a beber líquidos. En cuanto a los bebés lactantes hay que darles varias tomas de agua entre comidas y ofrecerles el pecho a menudo. Un truco que una vez me contó una amiga enfermera para saber si estás deshidratado/a es pellizcarte un trozo de piel y si tarda más de lo normal en volver a la normalidad, entonces acudir al médico.
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