Y que nunca jamás de los jamases puedes dar por hecho que algo se mantendrá estable con el paso del tiempo, con respecto a tus hijos, y quedarte tranquila, es ley.
Y sí no lo crees así, te caerá un un zas en toda la boca que te van a dar ganas de no volver a abrirla. Por si acaso.
Porque aquí una se las vanagloriaba de tener hijos de buen pico que no hacían ascos a nadie. Y desde bien pequeñitos. Ni baby led weaning ni leche, servidora introdujo la alimentación complementaria a base de observación y sentido común, consiguiendo que mis polluelos comiesen de todo en plató, con cubierto y enterito antes de cumplir el año de vida.
Vaya por delante que mis herederos son de buen comer. Pero están de un fino especialito, o como diría mi abuela, de un repugnante (aplíquese a quien todo da asco) que me tienen hasta la punta del pie.
Porque nunca jamás he tenido yo que tener cuidado con trocitos y tropezones varios. Por si boquita ha entrado todo aquello que preparaba, sin protestas ni aspavientos. Creo que era porque no se paraban a observar qué era cada cosa que se comían, directamente estaba bueno,y punto.
Pero de un tiempo a esta parte todo lo que no tiene una apariencia clara y definida (apariencia de: patata, macarrón, arroz, trozo de pollo, trozo de carne, y etc...), todo aquello que esté en la gama cromática de los verde, rojo, color raro o transparente, hace que les salte el radar de
"Mamá, ¿ésto rectangular de color rojo qué es?"
Cada vez que les pongo el plato por delante hacen un escaneo visual que ni los del CSI cuando llegan a la escena del crimen. Tal cual. Miran, remiran, remueven, tocan con el tenedor, con los dedos... Para de repente escuchar
"Mamá, yo no quiero verdura". O "A mi no me gusta la cebolla-pimiento-zanahoria-tomate-esoquenosequées".
Y ahora discute tú con ellos. Yo no tengo valor, no fuerzas, ni ganas. Por lo que tengo dos opciones, o no cocinar con verduras o tirar de batidora y engañarles con una salsa riquísima. Bueno, lo segundo no es engaño, la realidad es que queda una salsa riquísima.
Hoy me ha dado por hacer espaguetis boloñesa y en lugar de tomate le eché sofrito, ya que tenía varios botes en la despensa. Qué ilusa soy. Me ha costado horrores quitar cada uno de los tropezones de verdura que mis escrupulosos hijos detectaron con su vista de precisión. Juro por dior que no me vuelven a pillar en otra.
Y conste que soy de las que defendía que lo mejor es que los niños coman de todo y que sepan lo que comen, pero llegados a un punto, yo me rindo. Si no les gustan las judías verdes no voy a discutir, habrá alimentos tan nutritivos o más que ellas. Y si no quieren tropezones no seré yo quien les obligue (vale, confieso, yo también los aparco cuando como porque me da nosequé notarlos), pues bendita turmix y aquí paz, después gloria.