Aunque el resultado no fue tan catastrófico como llegué a pensar. El enano me sorprendió aguantando estoicamente sentado sobre un cuadrado blanco marcado en el suelo casi la mayor parte del tiempo de la sesión fotográfica. Soportó cuatro cambios de ropa y de atrezzo, casi sin protestar, aunque hubo que sacar todas nuestras armas de distracción posibles.
La experiencia me ha enseñado que es clave elegir una buena hora para hacer las fotos, de modo que no coincida cuando está cansado o con hambre. Y si se descubre el momento perfecto, ya sólo queda cruzar los dedos para dar con la tecla de algo que le entretenga durante el reportaje fotográfico. En nuestro caso, fue un cubo con unos globos.
En cuanto los vio, allá que se sentó y se dedicó durante más de media hora a meterlos, sacarlos y chuperreatearlos entre disparo y disparo. Y funcionó. Porque los globos de colores le hicieron concentrarse, reírse e incluso hacer monadas, como metérselos en la boca para hacernos la burla. Los recogía y lanzaba al aire mientras hacía un derroche de decenas de gestos muy suyos: ceño fruncido, morritos, mirada de malo, sonrisa pícara, cara de embobado… El fotógrafo se puso fino.
Lo malo es que los globos y los cubos tuvieron han salido en todas las fotos. Porque al cambiar el atrezzo de las siguientes fotos (le pusieron una manta blanca y un oso enorme de peluche), volvió a reclamar su juguete anterior y no hubo manera de hacerle cambiar de opinión. Con suerte, le dimos el cepillo que llevábamos encima para la ocasión y comenzó a peinarse mirando a cámara y a peinar al despeluchado oso. La combinación quedó bonita, y fue gracias a la improvisación.
Para las dos siguientes fotos no tuvimos tanta suerte. Y aquí va otro consejo: si uno de los cambios de ropa es un disfraz, mejor probarlo antes. Parece lógica matemática, pero tuve que pedir prestado un traje de casero para vestir al peque para el Olentzero y el que me dejaron era más grande de lo que pensaba. Mucho más. Así que, aunque sentado, quedó feo, feo, y si a un traje que le enterraba le sumas la ausencia de txapela (imposible ponerle gorros ni medio segundo para reirnos) te da un resultado que no es precisamente de postal navideña.
La última foto era la familiar. Y si ya es difícil que salga bien un niño tan pequeño en una foto, aún lo es más que los padres no desentonen. El niño se escapaba en cuanto nos sentábamos y aquello sólo podía solucionarse con un chupachups de urgencia. Y el niño volvió a sonreír, pero la chuchería ha acabado inmortalizada como uno más de la familia. Y de paso, nosotros pringados y yo melena al viento por girar la cabeza para evitar que me manchara. Y ésa es la mejor foto.
Y a pesar de ello, el resultado me encanta. Tercer consejo: aunque ya sea mayorcito, aprovecha para sacarle sólo en body, pañal o desnudo, si se presta. Luce mucho más que con ropa.
¿Cuál es el mejor momento para hacerle un reportaje fotográfico a un bebé?
En las dos o tres primeras semanas de vida es cuando se hacen los reportajes de fotos al estilo de la clásica Anne Geddes: bebés adorables disfrazados y dormidos en posiciones imposibles. Eso sólo se puede hacer en ese momento, cuando duermen muchas horas y lo hacen muy profundamente, como estos ratoncitos.
Para aprovechar una sesión de fotos a bebés, que no son baratas, es mejor hacer varias fotografías diferentes, y que no cambie solo la ropa. Es decir, que haya cambios de postura. Por eso, se pueden conseguir mejores resultados cuando el bebé ya puede aguantar la cabeza y se le puede colocar boca abajo, o incluso sentado. Además, es un momento en el que son muy expresivos y no tienen la mirada perdida, como de más pequeñitos.
Pero cuidado, porque si gatean o empiezan a andar hay más probabilidades de que se escapen y se complique el proceso. Sobre los dos años, y antes si el niño es muy movido, es mejor hacer un reportaje fotográfico al aire libre, y si se dispone de un teleobjetivo, es preferible dejarles hacer lo que quieran para fotografiarles sin que se den cuenta.
Y, por supuesto, paciencia, creatividad, adaptarse al bebé, preparar el escenario con tiempo pero también dejar espacio a la improvisación. Como hace la fotógrafa y artista Queenie Liao en estas imágenes maravillosas e inspiradoras de aquí debajo. Otro ejemplo más cercano es el de Lydia, de Padres en pañales, como muestra aquí.
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