Hay que estar alertas si, con cuatro años, se dan algunas de las circunstancias siguientes: no se le comprende cuando se expresa o habla muy poco; se come sonidos o añade otros fuera de lugar; respira con la boca abierta; le cuesta mantener la atención mientras le hablan; tiene especiales dificultades para pronunciar algún sonido; suele quedarse afónico o a menudo cambia de voz de forma evidente; se queja de que no oye bien; o le cuesta leer o escribir más de lo natural. En estos casos, no dudes en pedir cita con un logopeda.
Los trastornos del habla más frecuentes en niños
Sustitución del sonido: ocurre cuando no puede decir un fonema y lo sustituye por otro. Por ejemplo, dice “telol” en lugar de “terror”.
Omisión: suprime un grupo de sílabas o una letra (dice “espeo” en vez de “espejo”).
Inserción: el niño intercala un sonido que le resulta más fácil.
Alteración: no llega a pronunciar bien un sonido, pero no por ello deja de decirlo.
Las causas que con más frecuencia originan los trastornos anteriores son:
Falta de maduración o desarrollo tardío del lenguaje que lleva a no realizar algunas articulaciones. Son las llamadas dislalias evolutivas.
Educación deficiente o bilingüismo. El niño confunde sonidos e incorpora los erróneos.
Deficiencia auditiva. Puesto que no oye bien, tampoco puede reproducir correctamente.
Malformación de algunos órganos (por ejemplo de la lengua; o presencia de labio leporino, frenillo lingual, fisura palatina…).
Lesiones en el sistema nervioso o parálisis de algunos músculos implicados en el habla.
Tartamudez. En muchos niños este trastorno desaparece de forma espontánea.
El 20% de los niños tartamudea en algún momento de su vida, y en el 1% de ellos se convierte en un trastorno crónico. Un tratamiento precoz es básico para solucionarlo a tiempo.
La nariz, siempre despejada
Mantener la nariz despejada es esencial para que el pequeño aprenda a hablar correctamente. Por un lado, le permite oír bien a los que hablan a su alrededor, lo cual es imprescindible para que aprenda a reproducir esos mismos sonidos. Por otra parte, si la nariz no está limpia de mucosidades, el niño respira por la boca y la lengua no se articula como debiera.Para limpiarla, además de sonarle los mocos a tu hijo cada vez que lo creas necesario, puedes consultar con su pediatra sobre la utilización de enjuagues salinos. Debes tener muy en cuenta que, en España, por una cuestión de clima y humedad ambiental, hay mucha tendencia a que los niños tengan abundante mucosidad en la nariz.
¿Y si no oye correctamente?
Si hacia los cuatro años el pequeño no consigue pronunciar todos los sonidos, quizá exista un problema de audición, por ejemplo hipoacusia, que es una falta de sensibilidad acústica, o incluso una sordera, es decir, una alteración más seria.Hoy en día, la medicina dispone de aparatos con los que es relativamente fácil detectar si hay problemas en el oído, pero también en casa puedes percibirlo atendiendo a las siguientes señales.
Tiende a señalar en vez de nombrar las cosas.
Busca constantemente la mirada de la persona con la que se quiere comunicar.
Usa frases demasiado cortas o dice solo la mitad de las palabras (generalmente se deja el inicio de las mismas).
Si es muy pequeño, es posible que no gire la cabeza cuando se le habla o cuando se produce un fuerte ruido; o que sea muy tranquilo o no llame la atención emitiendo sonidos guturales. En estos casos, acude al médico.
El chupete sí influye
No es aconsejable dejar que el niño use el chupete o biberón más allá de los dos años, momento en que —por lo general— ya domina la masticación de alimentos sólidos. Si sigue usándolos habitualmente se pueden producir malformaciones en la boca. Igual de contraproducente, y por el mismo motivo, es que se introduzca el dedo en la boca, ya que este hábito perjudicial puede impedir una correcta formación del aparato bucofaríngeo.Lo mejor para evitar todo esto es no utilizar el chupete de forma sistemática, si no tan solo en momentos puntuales. Así, cuando lo deje definitivamente, le será más fácil hablar con total corrección.
Más adelante, hay que intentar que el niño no se acostumbre a estar con la boca abierta y la lengua fuera. Si lo hace, al inspirar por la boca no respirará correctamente y, además, la lengua estará poco activa. Ambas cosas pueden acabar perjudicando su pronunciación.
la “r” es la letra más difícil de pronunciar porque necesita que se produzca la vibración de la lengua. Las que antes suelen aprenderse son la “m”, la “p”, la “d” y la “t”.
La importancia de comer bien
A priori pudiera parecer que no existe relación entre el habla y la manera de comer, pero ambas cosas están muy conectadas. Un niño que mastica bien y ejercita los músculos de la boca tendrá su aparato de locución en perfecta forma cuando lo necesite para hablar.En cambio, un mal hábito a la hora de comer, como por ejemplo hacerlo demasiado rápido o no masticar lo suficiente, hace que las diversas partes de la boca no se formen bien y que, más tarde, sea difícil para el pequeño articular los sonidos.
Como hemos visto anteriormente también es importante sonar bien la nariz antes de comer, precisamente para evitar que respire por la boca mientras está en la mesa. Si la respiración es permanentemente a través de la boca, puede acabar provocando una deformación del paladar que repercuta en el habla.
El tratamiento del logopeda
Los expertos coinciden en que es importante que el tratamiento se aplique de manera relajada y distendida, como si fuera un juego. El objetivo es que se ejerciten todas las partes de la boca implicadas en la articulación de palabras (lengua, dientes, paladar…), especialmente las del sonido que más le cuesta al niño.Es frecuente que, en la consulta, el logopeda le pida que haga pompas de jabón o que imite sonidos como los de un motor (para nombrar la “r”) o los que indican silencio (para la “s”). También se ejercita la elasticidad de la lengua estirándola, sacándola o moviéndola en todas direcciones.
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