Quien haya tenido un hermano muy cercano a él, en edad, en gustos y aficiones, o aunque sea porque no tuvo más remedio que compartir habitación con él, sabrá de lo que hablo. Porque con un hermano puedes estar matándote, literalmente, y por ciencia infusa, reirte y abrazarte como si nada, absolutamente nada hubiese pasado.
Hoy he leído un post de una blogger a la que siguen algunas mamás que conozco, y hablaban sobre la relación de hermanos. De hecho, ha sido una compi de la oficina quien me ha hecho llegar la nota. Un análisis tierno, real, pero lleno de esperanza y de optimismo, sobre la relación de dos hermanos, dos hermanos cualquiera. Sólo hay una diferencia que guardan con respecto al resto de hermanos del mundo. Que uno de ellos padece de autismo. Y por eso cada abrazo, cada gesto de amor hacia su hermanita, por pequeño y puntual que sea, es recibido como el mejor de los regalos.
Aquí os lo dejo, para que 'lloréis' un rato, pero de alegría, ¿eh?