Recuerdo la cara de fascinación de la HermanaMayor cuando vio a su hermano por primera vez, su cara de felicidad inmensa cuando lo tuvo en brazos siendo tan bebé, lo mal que lo pasó cuando se lo llevaron a hacerle algún cuidado… puro amor. Ahora digamos que, ante determinadas situaciones, ese amor incondicional se transforma en un ‘No quiero tenerte de hermano’ o ‘ya no eres mi hermano’. Cómo cambia la cosa… Por suerte dura poco.
El HermanoMenor, por su parte, tiene en su hermana el mayor referente, para lo bueno y para lo malo: Constantemente repite todo lo que hace (o dice) ella, pregunta por ella cuando no está y se alegra mucho cuando la ve. Sin embargo, también es su mayor enemigo; a veces ella le roba a su mamá, su bien más preciado (a su papá también, pero ocurre menos veces), le quita cosas que tiene él o, fíjate tú qué casualidad, ella tiene justo lo que él iba a necesitar en ese preciso instante y tiene que conseguirlo como sea. No hablo de cuando le pega, le tira del pelo ni nada de eso… aunque pase.
Intentamos, en la medida de lo posible, que resuelvan los conflictos ellos solos pero como el HermanoMenor es
Es alucinante estar de espectador cuando todo va bien, cuando se dan la mano, cuando se abrazan, cuando comparten las cosas (pocas veces pasa esto) o cuando se preocupan por lo que le ha pasado al otro. Te derrites cuando haces algo con alguno de ellos y, sin pensarlo, tienen en cuenta al que no participa para que también disfrute de ello, de forma natural, de forma innata.
Muchas veces las relaciones entre hermanos se desgastan, se deterioran, se diluyen… y es una lástima, viendo la intensidad con la que lo viven de pequeños. Por nuestra parte no quedará el intentar que eso no pase.